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como tal también tenía que dejar de vivir,
resulta, por legítima consecuencia, que debía
transmitir a sus sucesores (los Sumos Pontífices)
la misma autoridad que él había recibido de
Cristo. También haremos seguir la vida de éstos a
la del primer Pontífice San Pedro.
Y así como un hijo debe ser naturalmente
inclinado a oír con agrado los hechos gloriosos de
su padre, así nosotros, como hijos espirituales de
San Pedro y de sus sucesores, hemos de gozarnos
también al leer los hechos gloriosos de estos
grandes hombres, que hace dieciocho siglos
gobiernan la Iglesia de Jesucristo.
Debo, sin embargo, advertir que escribo para el
pueblo y, por consiguiente, dejando de lado todo
rebuscamiento de estilo y dudosas o inútiles
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discusiones, procuraré reducir el estilo y la
materia a la sencillez que requiere la exactitud
de la historia, de acuerdo con la teología y las
reglas de nuestra lengua italiana.En cuanto a las
fuentes de donde saco las noticias, puedo asegurar
al lector que no consignaré una palabra, ni
expondré un hecho sin confrontarlo, a ser posible,
con autores de la época o al menos con los más
próximos a los tiempos a que se refieren los
sucesos. Y para no ordenar aquí un catálogo de los
autores de que me he de servir, procuraré
mencionar los principales, a medida que el asunto
me vaya ofreciendo ocasión para ello.
He procurado reducir los folletos de modo que
cada uno contenga temas completos, y así puedan
pasarse a otras personas, sin que se corte el
argumento. Para quienes quisieran conservar la
serie completa, pero separada de los otros
folletos de las Lecturas Católicas, se marcará con
una letra del alfabeto el orden progresivo de cada
número que trate de los hechos de los Papas y de
lo ocurrido en sus tiempos.
Y mientras, y por mi cuenta, prometo no ahorrar
fatiga ni cuidado alguno para que cuanto escribo
sea exacto, ruego a los ministros del altar y a
cuantos tienen alguna influencia en el pueblo
cristiano, tengan a bien ayudarme a propagar estos
libritos en aquellos lugares y entre aquellas
familias a las que consideren más necesitadas de
ellos.
Corren días muy tristes para nuestra santa
religión, los enemigos del catolicismo invierten
sumas ingentes de dinero, emprenden largos viajes,
soportan grandes fatigas para difundir libros
inmorales y contrarios a la religión. Y nosotros,
>>no vamos a tomar ningún cuidado para el bien de
las almas, cuando los otros ponen tanto ardor para
llevarlas a la perdición?
Dios misericordioso infunda en todos los
corazones un vivo deseo de salvar almas y nos
ayude a mantenernos fieles a la fe de Pedro, que
es la de Jesucristo, y así caminaremos por la vía
que conduce al cielo. Así sea.
Armonía del primero de febrero, emitía el
siguiente juicio sobre este folleto:
((**It5.583**)) <(**Es5.414**))
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