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en escribir con estilo sencillo, a propósito para
el pueblo y los obreros, y que se inspirasen en la
más profunda veneración a la Sede Apostólica.
Confió este encargo muy especialmente a don
Juan Bonetti, el cual, juntamente con don
Francisco Cerruti, le oyó exclamar varias veces:
-Estoy verdaderamente indignado de la poca
cuenta en que ciertos escritores tienen al Papa.
Acordaos de que hemos de estrecharnos en torno a
él y de que nuestra salvación sólo se alcanza con
el Papa y por el Papa.
Y les insistía:
-Me da pena ver a ciertos historiadores de la
Iglesia, que escriben de muchas cosas, pero muy
poco y no del todo bien del Papa. Hay que hacer
brillar la figura del Papa con toda su luz ante el
mundo entero. Dicen algunos que de ciertos papas
de los primeros siglos se sabe muy poco o nada y
que, por consiguiente, falta materia para escribir
de ellos. íEsto no es cierto! Lean a los
Bolandistas y otras obras importantísimas, que
sólo se conocen por el título, y verán... íLo que
falta es la voluntad de trabajar! Toda fatiga es
poca, cuando se trata de la Iglesia y el Papado.
Y confirmaba sus palabras con una hermosa
prueba, empezando a imprimir las vidas de los
Papas de los tres primeros siglos, sobre las que
venía trabajando desde 1854. Quería que el pueblo
conociera a los Papas más antiguos, por lo que
buscó cuantas noticias pudo acerca de ellos,
((**It5.578**)) pasó
muchas horas en bibliotecas públicas y privadas y
llegó a compilar noticias muy curiosas de cada uno
de ellos.
Formó con ellas libritos para las Lecturas
Católicas, cuya forma de escribirlos resulta
sorprendente. Muchas veces, sobre todo cuando se
acercaba el tiempo de entregar los originales a la
imprenta, llamaba a uno de sus clérigos, se lo
llevaba consigo a la Residencia Sacerdotal de San
Francisco y allí en la biblioteca, sin ningún
libro delante, le dictaba lo que, sin tiempo para
revisar, entregaba a la imprenta. Y sin embargo
estas obritas fueron muy apreciadas por personas
doctas, entre las que se encuentran monseñor
Tripepi, Prelado doméstico de Pío IX, hoy
Cardenal, el cual cita varias veces, en su
biografía de San Pío I, las Lecturas Católicas que
tratan de aquel Pontífice, y define a don Bosco
como hombre docto y piadoso.
Que fuese docto lo demuestra la rapidez con que
escribía. Recordaba la gran cantidad de volúmenes
que había leído con la cita exacta de las páginas.
Cuando no podía salir del Oratorio y necesitaba
(**Es5.411**))
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