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Don Bosco, después de saludarla cariñosamente,
se retiró a su habitación sin imaginar que iba a
perderla tan deprisa. Por tres veces trató de
encender una luz, y las tres veces se le apagó por
sí misma.
Su imaginación corrió enseguida a aquella vida
querida que temía iba a extinguirse. Logró, por
fin, encender la lamparilla y se acercó a la cama
para acostarse. Pero íoh, cosa extraña! El retrato
de su madre, colgado junto a la cama, estaba del
revés y de cara a la pared. Don Bosco no lo había
puesto así; ni a ninguno de los de casa se le
podía haber ocurrido semejante capricho, tanto más
que el afectuoso respeto al superior no habría
permitido un acto tan irreverente. >>Entonces?
Impresionado por un gran temor, no se atrevió a
acostarse.
-Temo, dijo para sí, que esto es un aviso que
el cielo me envía sobre la inminente partida de mi
pobre madre a la eternidad.
Y volvió junto al lecho de la querida enferma.
Era como la media noche.
La madre, al advertir su presencia, hízole
señas de que saliera, pero Juan quedó inmóvil.
Ella insistió:
-Tú no puedes aguantar...
((**It5.565**)) Y don
Bosco, ahogado por los sollozos, contestó:
-No es de un hijo cariñoso abandonaros en estos
momentos.
Margarita se quedó un momento en silencio, y
luego, llamándole por su nombre, le dijo:
-Te pido un favor, es el último que te pido.
Sufro más al verte sufrir a ti. Yo estoy bien
asistida. Tú vete, ruega por mí; no pido más,
adiós.
Fue el postrer saludo.
Retiróse don Bosco, obedeciendo a la expresa
voluntad de su madre, que entró en agonía a los
pocos instantes. Era el 25 de noviembre. A las
tres de la mañana, don Bosco que aún no se había
acostado, oyó los pasos de José que se acercaba a
su habitación. La santa mujer había volado al
cielo. Se miraron uno a otro los dos hermanos sin
proferir palabra, y empezaron luego un llanto
deshecho, que quebraba el corazón de los alumnos,
clérigos y seglares, que habían seguido a José.
>>Y los muchachos? No hay pluma capaz de
describir su dolor, sus sollozos y su llanto,
cuando recibieron la fatal noticia de que la madre
de don Bosco, y madre suya, ya no existía. Don
Bosco reunió a todos para consolarlos y les dijo:
-Hemos perdido a la madre, pero estoy seguro de
que ella nos ayudará desde el paraíso. íEra una
santa!
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