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importantes que, antes, sólo a él se encomendaban,
y decidió salir del Oratorio. Había encontrado en
Turín un empleo, que aseguraba su mantenimiento.
Fue a despedirse de don Bosco, le confesó
claramente que ya, puesto que era seglar, se
quedaría en el último lugar de la casa, él que era
uno de los primeros acogidos por don Bosco; que la
influencia de los otros en la comunidad anulaba su
posición, y tenía que someterse a los que había
conocido de niños; y que, por tanto, había tomado
la determinación, con verdadero disgusto, dado el
amor que tenía a don Bosco, de salir de aquella
casa que había visto surgir desde sus cimientos.
Don Bosco no respondió a sus lamentaciones,
sino que le preguntó con premura por la nueva vida
que quería emprender y si ganaría lo suficiente.
Después le dijo:
-Sé que no tienes dinero ((**It5.526**)) para
afrontar los primeros gastos.
Dime lo que necesitas y te lo daré. No quiero que
un buen amigo mío tenga que sufrir privaciones.
íSiempre nos hemos querido bien! Espero que no te
olvidarás nunca de don Bosco.
Ante estas palabras, ante la mirada de don
Bosco, al oír su conmovida voz paternal, rompió a
llorar diciendo:
-No, no; no quiero dejar a don Bosco; quiero
estar siempre con él.
Se quedó en casa. Y siguió siendo durante
muchos años su verdadero apoyo. Cuando don Bosco
no sabía a quién encomendar una misión, decía:
-íLlamadme a Buzzetti!
Y aparecía Buzzetti siempre sonriente;
escuchaba los deseos de don Bosco y los ejecutaba
enseguida y felicísimamente, por difícil que fuera
su realización.
Buzzetti tenía muchos amigos que también
querían mucho a don Bosco. Cuando vieron éstos en
agosto de 1856, que el derrumbamiento de los pisos
aumentaba en mucho los gastos previstos, dado que
no podían hacer otra cosa, consiguieron con sus
fervorosas plegarias y comuniones que el Señor
mandara los socorros necesarios. Los bienhechores
de Turín, al enterarse de lo sucedido, sintieron
pena por don Bosco, y lejos de retraerse en
ayudarle, lo hicieron con mucho más entusiasmo.
Nos queda una carta de agradecimiento que don
Bosco escribió por aquellos días a la ilustrísima
señora marquesa Fassati.
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