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((**Es5.375**) importantes que, antes, sólo a él se encomendaban, y decidió salir del Oratorio. Había encontrado en Turín un empleo, que aseguraba su mantenimiento. Fue a despedirse de don Bosco, le confesó claramente que ya, puesto que era seglar, se quedaría en el último lugar de la casa, él que era uno de los primeros acogidos por don Bosco; que la influencia de los otros en la comunidad anulaba su posición, y tenía que someterse a los que había conocido de niños; y que, por tanto, había tomado la determinación, con verdadero disgusto, dado el amor que tenía a don Bosco, de salir de aquella casa que había visto surgir desde sus cimientos. Don Bosco no respondió a sus lamentaciones, sino que le preguntó con premura por la nueva vida que quería emprender y si ganaría lo suficiente. Después le dijo: -Sé que no tienes dinero ((**It5.526**)) para afrontar los primeros gastos. Dime lo que necesitas y te lo daré. No quiero que un buen amigo mío tenga que sufrir privaciones. íSiempre nos hemos querido bien! Espero que no te olvidarás nunca de don Bosco. Ante estas palabras, ante la mirada de don Bosco, al oír su conmovida voz paternal, rompió a llorar diciendo: -No, no; no quiero dejar a don Bosco; quiero estar siempre con él. Se quedó en casa. Y siguió siendo durante muchos años su verdadero apoyo. Cuando don Bosco no sabía a quién encomendar una misión, decía: -íLlamadme a Buzzetti! Y aparecía Buzzetti siempre sonriente; escuchaba los deseos de don Bosco y los ejecutaba enseguida y felicísimamente, por difícil que fuera su realización. Buzzetti tenía muchos amigos que también querían mucho a don Bosco. Cuando vieron éstos en agosto de 1856, que el derrumbamiento de los pisos aumentaba en mucho los gastos previstos, dado que no podían hacer otra cosa, consiguieron con sus fervorosas plegarias y comuniones que el Señor mandara los socorros necesarios. Los bienhechores de Turín, al enterarse de lo sucedido, sintieron pena por don Bosco, y lejos de retraerse en ayudarle, lo hicieron con mucho más entusiasmo. Nos queda una carta de agradecimiento que don Bosco escribió por aquellos días a la ilustrísima señora marquesa Fassati. (**Es5.375**))
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