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bóvedas. De haber ocurrido unos minutos antes,
habrían quedado atrapados no pocos muchachos.
Celestino Durando, joven muy inteligente y
aplicado, estaba repasando latín a José Reano,
Domingo Bongiovanni y Duvina en el coro de la
Iglesia de San Francisco. Al oír aquel estruendo
espantoso experimentaron una aterradora impresión,
que, durante varios meses, se reproducía en ellos
apenas oían un ruido repentino.
Otro hecho no menos curioso fue el del albañil
que estaba sobre la primera bovedilla que se
hundió. Apenas se dio cuenta de que ésta cedía,
corrió a ponerse a salvo junto a la pared de al
lado; pero, en aquel mismo instante, fallaron los
ladrillos bajo sus pies, y él arrojándose como por
instinto sobre el último trozo de bovedilla, quedó
colgando en el aire con la parte principal del
cuerpo y las piernas. Llevaba a los pies unas
chancletas ((**It5.523**)) que
cayeron mezcladas con los escombros y cascotes.
Era imposible no ver la mano de Dios sosteniendo
aquel pedazo de techo aislado, gracias al cual
aquel pobre hombre salvó la vida, a pesar de que
apoyase en él todo su peso. Al igual de los demás
obreros, que en aquel momento trabajaban en la
obra, ni uno solo sufrió el menor daño.
Don Bosco se hallaba ausente de casa aquel día.
Cuando volvió al Oratorio y contempló el desastre,
se apenó mucho y preguntó enseguida:
->>Quedó alguno sepultado?
Al saber que todos, alumnos y obreros, estaban
salvos, dio gracias al Señor, y con aire sereno y
alegre dijo a los jóvenes que le rodeaban:
-íMenos mal que no hay víctimas! Lo demás no
importa... Y todos vosotros que estabais en casa,
>>no fuisteis capaces de poner un dedo bajo las
bovedillas e impedir que se cayeran? íYa veo que
no servís para nada! Pero os compadezco: ha sido
Bërlich 1, que nos ha dado una cornada. Es la
segunda vez, que este animal nos hace la gracia de
tirarnos la casa abajo; pero no importa. Tendrá
que vérselas con el Señor y con la Virgen, y no se
saldrá con la suya. Si las bovedillas se han caído
las forjaremos de nuevo y no se caerán más... El
Señor todopoderoso, que ha permitido esta prueba,
no nos abandona... Nada debe turbarnos.
Pero José Buzzetti no sabía aguantar aquellas
ruinas, tanto más cuanto que se habían descubierto
algunos fraudes en quienes aparentaban, desde
hacía tiempo, que buscaban ventajas al Oratorio.
1 Bërlich, es una palabra piamontesa para
indicar al demonio.
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