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((**Es5.373**) bóvedas. De haber ocurrido unos minutos antes, habrían quedado atrapados no pocos muchachos. Celestino Durando, joven muy inteligente y aplicado, estaba repasando latín a José Reano, Domingo Bongiovanni y Duvina en el coro de la Iglesia de San Francisco. Al oír aquel estruendo espantoso experimentaron una aterradora impresión, que, durante varios meses, se reproducía en ellos apenas oían un ruido repentino. Otro hecho no menos curioso fue el del albañil que estaba sobre la primera bovedilla que se hundió. Apenas se dio cuenta de que ésta cedía, corrió a ponerse a salvo junto a la pared de al lado; pero, en aquel mismo instante, fallaron los ladrillos bajo sus pies, y él arrojándose como por instinto sobre el último trozo de bovedilla, quedó colgando en el aire con la parte principal del cuerpo y las piernas. Llevaba a los pies unas chancletas ((**It5.523**)) que cayeron mezcladas con los escombros y cascotes. Era imposible no ver la mano de Dios sosteniendo aquel pedazo de techo aislado, gracias al cual aquel pobre hombre salvó la vida, a pesar de que apoyase en él todo su peso. Al igual de los demás obreros, que en aquel momento trabajaban en la obra, ni uno solo sufrió el menor daño. Don Bosco se hallaba ausente de casa aquel día. Cuando volvió al Oratorio y contempló el desastre, se apenó mucho y preguntó enseguida: ->>Quedó alguno sepultado? Al saber que todos, alumnos y obreros, estaban salvos, dio gracias al Señor, y con aire sereno y alegre dijo a los jóvenes que le rodeaban: -íMenos mal que no hay víctimas! Lo demás no importa... Y todos vosotros que estabais en casa, >>no fuisteis capaces de poner un dedo bajo las bovedillas e impedir que se cayeran? íYa veo que no servís para nada! Pero os compadezco: ha sido Bërlich 1, que nos ha dado una cornada. Es la segunda vez, que este animal nos hace la gracia de tirarnos la casa abajo; pero no importa. Tendrá que vérselas con el Señor y con la Virgen, y no se saldrá con la suya. Si las bovedillas se han caído las forjaremos de nuevo y no se caerán más... El Señor todopoderoso, que ha permitido esta prueba, no nos abandona... Nada debe turbarnos. Pero José Buzzetti no sabía aguantar aquellas ruinas, tanto más cuanto que se habían descubierto algunos fraudes en quienes aparentaban, desde hacía tiempo, que buscaban ventajas al Oratorio. 1 Bërlich, es una palabra piamontesa para indicar al demonio. (**Es5.373**))
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