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((**Es5.370**) Benemérita Señora Duquesa: A mi vuelta de los Ejercicios en San Ignacio me he encontrado con la respetable carta de su excelencia y con el petit Henry. He seguido sus normas lo mismo en cuanto al estudio de pintura y catecismo que en cuanto a la habitación. Me dice Tomatis que el adelanto de estos días es muy notable. Va muy bien en la piedad: el domingo cumplió con sus devociones, y me gusta mucho verle imitar todo lo bueno que observa en los demás de la casa. Una cosa que le causará extrañeza es el estirón que ha dado en tan corto tiempo. He ido con Henry a la Fruttiera. La señora Condesa de Maistre, Filomena, Francisca y Manuel están muy bien;don Miguel Angel Chiatellino tuvo unas fiebres, que ya cesaron, pero ha quedado muy postrado de fuerzas. Severina está siempre lo mismo. Durante el día se levanta; pero, si quiere moverse, ha de hacerlo a saltos o con las muletas. Está tan alegre que parece una perpetua ((**It5.518**)) fiesta. Encomendémosla al Señor para que le conceda lo que, según sus designios, más convenga a su alma. La Divina Providencia se nos ha llevado a dos insignes bienhechores: uno el doctor Vallauri, que murió santamente el trece de julio último; otro el caballero Moreno, hermano del Obispo de Ivrea. Ya ve cómo quiere probarme el Señor. Críticos fueron los años pasados y no son mejores los presentes: el Señor nos arrebata un buen número de bienhechores, mas, siendo Dios el dueño, hay que dejarle mandar, porque lo que El hace es lo mejor que nosotros podemos desear. Con todo, sigo confiado en su reconocida caridad, que no dejará de seguir ayudándome para atender a los Oratorios festivos, y para dar pan a los chicos que tengo recogidos y abrir una escuela diurna para Todos los Santos. Y todo con la exclusiva finalidad de ganar almas para Jesucristo, precisamente en estos tiempos en los que el demonio hace los mayores esfuerzos para arrastrarlas a la perdición. Por mi parte, no dejaré de pedir al Señor que le conceda el don de la perseverancia en el bien y que le prepare un puesto de gloria en el cielo. Me encomiendo a sus devotas oraciones, reciba los recuerdos de mi colega don Víctor Alasonatti y de Tomatis. Me profeso muy agradecido de S.E. Turín, 12 de agosto de 1856 Atto. S. Servidor JUAN BOSCO, Pbro. Enfrascado don Bosco en tanta multiplicidad de obras, necesitaba de cuando en cuando el consuelo de una bendición del Sumo Pontífice para sí y para los muchachos de sus tres Oratorios festivos. Por eso escribía: Beatísimo Padre: El sacerdote Juan Bosco, Superior del Oratorio de San Francisco de Sales, donde se reúnen los chicos abandonados de la ciudad y diócesis de Turín, eleva a Su Santidad las más fervorosas súplicas ((**It5.519**)) en demanda de la Bendición Apostólica con indulgencia Plenaria para sí y para los muchachos por él dirigidos, que crecen en número cada día y ya casi son novecientos. Que etc... Día 13 de agosto de 1856 (**Es5.370**))
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