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tranca de su sitio y cayó con violencia contra don
Bosco golpeándolo en el costado; abrióse
impetuosamente la puerta acristalada al impulso
del vendaval arrastrando consigo un diluvio;
descargóse un rayo donde estaba don Bosco y lo
envolvió en su luz, arrancóse bajo sus pies una
baldosa del pavimento, y él quedó derecho,
aturdido y acobardado. Tardó un poco en recobrar
la presencia de espíritu; acudió gente, pero no
hubo manera de cerrar la puerta, porque la
violentísima tormenta se imponía a los esfuerzos
de todos. Don Bosco no tuvo más remedio que
retirarse a su habitación y esperar a que se
acabara aquella catástrofe.
Los señores que se alojaban en las dependencias
que rodeaban el Santuario no se enteraron de nada
y, cuando bajaron a oír la santa misa, se
extrañaron al ver que don Bosco salía al altar
cojeando. El marqués Berzetti de Mulazzano, que
sabía a la perfección las rúbricas del ceremonial
de la Iglesia, no acertaba a explicarse por qué
don Bosco no hacía las debidas genuflexiones.
->>Cómo es posib le, rezongaba después, que
hayan cambiado las ceremonias de la misa?
Cuando se aclaró lo sucedido, todos
reconocieron que don Bosco se había salvado por
designio particular de la Divina Providencia. Don
Bosco salió ((**It5.514**)) ileso,
pero no sin algunos dolores durante varios días en
la cabeza, en la espalda y en las piernas, y un
malestar en el costado que le duró varios meses.
Todavía se muestra en San Ignacio la dependencia
donde fue asaltado por el rayo.
Por la tarde del mismo veinticinco de julio,
volvió al Oratorio, donde fue recibido con gran
solemnidad. El domingo veintisiete, subía al
púlpito monseñor Foux, capellán de la Duquesa de
Génova, que predicó regularmente todas las fiestas
a los chicos del Oratorio durante más de un año.
Lo hacía en exquisito dialecto piamontés y le
escuchaban durante una hora con verdadera
fruición. Describió lo ocurrido en San Ignacio,
invitó a la turba juvenil a dar gracias a Dios y a
la Santísima Virgen por haber conservado
milagrosamente a su Director, y se cantó un
solemne Tedéum.
No es para describir el entusiasmo con que los
chicos entonaron el cántico. Se interpretó un
Tántum ergo a varias voces, se impartió la
bendición con toda solemnidad y después la banda
de música, dirigida por José Buzzetti, tocó en el
patio durante un par de horas colmando de alegría
el ambiente. Don Miguel Rúa y Reano conservaron el
recuerdo de estos hechos y monseñor Cagliero
certifica como un fenómeno singular que, un año
después, cuando se levantaba una tempestad
atmosférica, todo el cuerpo de don Bosco parecía
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