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Savio, y, en cuanto conoció de qué se trataba,
venciendo todo respeto humano, dijo a sus
compañeros:
-Amigos, dejemos solo a este desgraciado, que
intenta robar nuestra alma.
Los jóvenes obedeciendo a su voz, se apartaron
al punto de aquel emisario del demonio que, al
verse de tal manera abandonado de todos, se marchó
para no volver.
Sucedió otro día que un muchacho de fuera
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Oratorio trajo consigo una revista con figuras
indecentes e irreligiosas. Una turba de curiosos
le rodeó para mirar aquellas ilustraciones que
habrían causado asco a un turco y hasta a un
pagano. Acudió también Domingo, creyendo se
tratase de alguna imagen devota; mas cuando vio de
cerca el papel, quedó primero sorprendido y,
luego, sonriendo, lo tomó y lo hizo pedazos.
Espantados sus compañeros, se miraron entre sí,
sin proferir palabra.
Domingo entonces les habló así:
-íDesgraciados! >>Habéis olvidado, por ventura,
lo que tantas veces se nos ha recalcado? El
Salvador nos dice que una sola mirada deshonesta
mancha nuestra alma; >>y vosotros alimentáis
vuestros ojos con impresos de esta clase?
-Nosotros, dijo uno de ellos, mirábamos esas
figuras para reírnos.
-Sí, para reíros... y riendo de ese modo podéis
caer en el infierno... Mas si tuviérais la
desgracia de caer en él, >>continuaríais riendo?
Al oír tales palabras todos callaron y nadie
osó reconvenirle ni hacerle observación alguna.
Mientras tanto, salió de la imprenta de G. Tea,
en Ivrea, la Lectura Católica titulada: Breves
consideraciones sobre la conformidad con la santa
voluntad de Dios, correspondiente a los meses de
junio y julio. Era anónima. Aquel volumen, lleno
de doctrina, de entusiasmo, de dulzura y de
afecto, hizo mucho bien a las almas, poniendo de
manifiesto que la voluntad del Señor siempre es
para nuestro provecho y que en ella tiene que
encontrar el hombre su paz y su perfección.
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