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HORARIO
Misas y recepción de Sacramentos
A las nueve. Recreo.
A las diez. Misa solemne.
POR LA TARDE
A las tres. Vísperas Solemnes. Panegírico.
Procesión. Bendición con S.D.M.
A las cinco. Rifa para los adultos.
A las seis. Rifa para todos.
A las siete. Concierto musical y
entretenimientos varios.
Pero el demonio debía bramar de cólera viendo
la paz reinante en el Oratorio y observando el
bien que hacía la Compañía de la Inmaculada.
Aún no estaba totalmente cercado el patio, de modo
que no pudieran entrar en él personas ajenas a la
casa. Por lo mismo, durante años aparecían de
cuando en cuando entre los jóvenes algunos
emisarios que, por las apariencias debían
pertenecer a la secta Valdense o, peor, a la
escuela de Judas. Aprovechaban preferentemente los
días en que don Bosco faltaba de Turín y se
cercaban con la sonrisita en los labios a
cualquier grupo para abrir algún venenoso
coloquio.
Había entre otros ((**It5.491**)) cierto
mozo, cuya vida fue un tejido de maldad, de
aspecto señorial, de modos elegantes y muy
afables, de fascinadora mirada, astuto, hipócrita,
impío, de encantadora conversación en sumo grado;
su sola presencia, como un imán, atraía en masa a
todos los que no estaban advertidos. velaban, sin
embargo, los centinelas de la Compañía y con muy
buenos modales alejaban a los alumnos de aquella
víbora.
Sucedió una vez durante el recreo, que un
hombre se metió entre los muchachos mientras se
divertían y, dirigiéndose a uno de ellos, empezó a
discursear, en voz tan alta que todos los
circunstantes podían oír. El taimado, para
cautivar su atención, comenzó primero a contar
cosas raras y divertidas. Los chicos, empujados
por la curiosidad, le rodearon enseguida como
locos y se colgaron de sus labios para oír sus
extravagancias. En cuanto los vio apiñados a su
alrededor hizo caer el discurso sobre religión y,
como suelen hacer estos tipos, lanzaba disparates
horrendos, poniendo en ridículo las cosas más
santas y desacreditando a todas las jerarquías
eclesiásticas. Algunos de los presentes, no
pudiendo aguantar tanta impiedad y no atreviéndose
a oponerse, se contentaron con retirarse. Un buen
número seguía incautamente escuchándole. Llegó
casualmente Domingo
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