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Así, impedíase el mal, por una parte,
aumentaban los buenos, por otra, y los mismos
socios de la Compañía sacaban un gran provecho
espiritual con este trabajo. Don Bosco, como ya
había ((**It5.487**)) hecho
con otros en años anteriores, sugería a éstos que
se buscaran entre los compañeros más celosos, un
monitor secreto, que tuviera con ellos la caridad
de avisarles de sus defectos, siempre que fuera
menester.
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Así, pues, el año en que Pío IX instituyó en
todo el mundo la festividad del Sagrado Corazón de
Jesús e hizo obligatorio el oficio y la misa de
esta fiesta; en el mismo mes dedicado al Sagrado
Corazón, fundábase la Compañía de la Inmaculada
Concepción, en la que crecieron los primeros
elementos de la Pía Sociedad de San Francisco de
Sales. O sea, que el mes de junio proporcionó a
don Bosco satisfacciones semejantes a las que le
había procurado el mes de mayo.
Recibió una carta del joven Domingo Ruffino,
alma toda del Señor, estudiante de retórica en
Giaveno, al que don Bosco esperaba contar entre
sus mejores campeones en el Oratorio. Y le
respondía:
Turín,
13 de junio de 1856
Queridísimo hijo:
Has hecho bien en escribirme; si guardas en
el corazón lo que manifiestas con las palabras,
tendrás en mí un amigo que te hará todo el bien
que pueda.
Ofrece tus trabajos a Dios; sé devoto de María;
cuando vengas a Turín hablaremos.
El Señor te bendiga; reza por mí, que de
corazón soy tu,
Afmo.
J. Bosco, Pbro.
((**It5.488**)) Llególe
otra alegría de Roma. El diez de junio el Sumo
Pontífice concedía indulgencia plenaria a quien
visitase la iglesia del Oratorio en las
principales fiestas de María y en las de San
Francisco de Sales y San José. El día trece
concedía indulgencia de siete años y siete
cuarentenas, una vez al mes, a los fieles que
hubieran asistido al ejercicio de la buena muerte
en dicha iglesia 1; y el mismo ((**It5.489**))
1 PIUS PP. IX
Universis Christi fidelibus praesentes litteras
inspecturis salutem et Apostolicam Benedictionem.
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