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y prudente. Si el cliente estaba enfermo, si
necesitaba ayuda para la clase o el taller, si
andaba triste por alguna contrariedad, o si le
ocurría alguna desgracia, podía contar ciertamente
con el secreto y la ayuda de un amigo sincero, que
lo amaba por Jesucristo. Así era aquella bendita
legión puesta por don Bosco para vigilar, a fin de
que no entrase en el Oratorio el inimicus homo
(hombre enemigo). Les decía:
-Moralidad: eso es lo que más importa.
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Aquellos jóvenes, animados por el espíritu de
don Bosco, no se contentaban con sus clientes,
sino que formaban el nervio, el alma ((**It5.486**))
directiva de la casa. Esparcidos entre la
alborotadora y jovial multitud de muchachos, eran
fermento de docilidad, de paz y de orden con su
ejemplo y sus buenas palabras. Los alumnos,
divididos en grupos, paseaban o jugaban, pero en
medio de ellos había uno que parecía el centro, en
torno al cual se apretaban los demás. Este, sin
darse la menor importancia, conseguía que no se
murmurara, no se blasfemara, no se hablara mal ni
se riñera. Todos le apreciaban y, si hablaba o
contaba algún ejemplito, le escuchaban con gusto.
En aquel entonces, no se hacían filas para
trasladarse de un lugar a otro; apenas sonaba la
campana para ir a clase o al taller, a la iglesia
o al estudio, se hacía silencio repentinamente,
cesaban los juegos y los corrillos de muchachos se
movían como si de uno solo se tratase, alrededor
del compañero que rodeaban y al que obedecían casi
sin darse cuenta de ello.
Los socios de la Compañía se cuidaban también
de los alumnos nuevos del Oratorio. Con frecuencia
eran víctimas de la tristeza y mil pensamientos
negros que hurgaban la mente y afligían el corazón
de quien salía por primera vez de su pueblo. Pero
he aquí que un compañero se le acercaba, le
preguntaba, le hacía charlar y pasear, le
distraía, le animaba y le invitaba a jugar, le iba
enseñando la casa e insinuaba en su corazón buenas
palabras, le invitaba a rezar una avemaría ante el
altar de la Virgen, ponderaba la amable paternidad
de don Bosco y finalmente le iniciaba en la
frecuencia de los Sacramentos.
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