((**Es5.346**)
secretario se encargaba de redactar el acta de las
sesiones. Estas se inauguraban durante la novena
de Nuestra Señora de la Consolación.
((**It5.484**)) En
estas reuniones se trataba de la forma de celebrar
las novenas y grandes festividades, se repartían
las comuniones, que cada cual hacía en los días
fijados de la semana, se designaban los muchachos
que tenían mayor necesidad de ser asistidos
moralmente, y cada uno lo convertía en su cliente
o protegido.
Las normas prácticas para tal asistencia se
inspiraban en prudentes atenciones. Se hacía una
lista con los muchachos más disipados, negligentes
en sus deberes, abandonados en la frecuencia de
los sacramentos y en las prácticas de piedad,
sospechosos de mala conducta; se estudiaba el
carácter y las inclinaciones de los protegidos, y
luego, se encomendaban a aquéllos que más se
acomodaban con su carácter.
Entonces los socios de la Compañía de la
Inmaculada se entregaban a su labor, poniendo en
práctica todos los medios que sugiere la caridad
cristiana para llevar por el camino de la verdad a
un joven; y en la reunión de la semana siguiente
daban cuenta de aquél o aquellos jóvenes que se
les habían encomendado. Exponían lo que habían
conseguido, recibían consejos para continuar con
mayor provecho la asistencia, y trataban con los
demás cuanto consideraban conveniente a la buena
marcha del Oratorio.
La Compañía era una sociedad como la de los
ángeles custodios, que actúa y no se ve. Cada uno
de ellos seguía el alma que se le había confiado,
no la perdía de vista, procuraba ganársela, sin
que los demás se dieran cuenta de ello, y ni
siquiera el mismo que era blanco de sus cuidados.
Procuraba estar a su lado, si calculaba que había
formado un grupo sospechoso; observaba qué leía,
le prestaba o regalaba buenos libros, jugaba
preferentemente con él. Ganábase primero su
corazón con la dulzura de modales y, si era
preciso, con industriosos y generosos sacrificios,
((**It5.485**))
recurría luego a los consejos y advertencias, le
animaba al bien y, llegado el momento oportuno, le
aconsejaba y le invitaba a ir a comulgar.
íCuántas almas se salvaron de este modo! Y es
muy de tener en cuenta que los socios de la
Compañía no eran acusicas de faltas, sino
defensores de los débiles en la virtud y aún de
los malos, si los había, los cuales se convertían
en inocuos. Atenuaban sus faltas ante los
superiores, se hacían responsables ante Dios de su
futura conducta, se ofrecían a veces a sufrir el
castigo por ellos merecido e intentaban interceder
por su protegido, si le veían en peligro de
expulsión. Era, como se ve, un apostolado sublime,
pero requería una virtud robusta
(**Es5.346**))
<Anterior: 5. 345><Siguiente: 5. 347>