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y los invitó a unirse a él para formar una pequeña
Compañía que llamaron de la Inmaculada Concepción.
El fin que ésta se proponía era granjearse la
protección de la Madre de Dios durante la vida, y
de modo especial en punto de muerte. Dos medios se
proponían para ello: ejercitar y promover
prácticas piadosas en honor de la Inmaculada y
frecuentar la comunión. De acuerdo con sus amigos,
y con la eficaz ayuda de José Bongiovanni, redactó
un reglamento y, tras no pocos retoques, el 8 de
junio de 1856, nueve meses antes de su muerte, lo
leía con ellos ante el altar de María Santísima.
Con gusto lo insertamos aquí para que pueda
servir de norma a otros que quieran imitarlo.
Nosotros, Domingo Savio, etc... (siguen los
nombres de otros compañeros) para granjearnos
durante la vida y en trance de muerte la
protección de la Virgen Inmaculada y para
dedicarnos enteramente a su santo servicio, hoy,
ocho del mes de junio, fortalecidos con los santos
sacramentos de la confesión y comunión, resueltos
a profesar a nuestra Madre celestial una filial y
constante devoción, nos comprometemos ante su
altar y con el consentimiento de nuestro ((**It5.480**))
director espiritual, a imitar en cuanto nos lo
permitan nuestras fuerzas a LUIS COMOLLO, para
cuyo fin nos obligamos:
1.° A observar rigurosamente el reglamento de
la casa.
2.° A edificar a nuestros compañeros
amonestándoles caritativamente y exhortándoles al
bien con nuestras palabras y mucho más con nuestro
buen ejemplo.
3.° A emplear escrupulosamente el tiempo.
Y para asegurarnos la perseverancia en el
estilo de vida que nos proponemos, sometemos a
nuestro director el siguiente reglamento:
1. Como regla principal prometemos una rigurosa
obediencia a nuestros superiores, a los que nos
sometemos con ilimitada confianza.
2. Nuestra primera y especial ocupación consistirá
en el cumplimiento de nuestros propios deberes.
3. La caridad recíproca unirá nuestros ánimos y
nos hará amar indistintamente a nuestros hermanos,
a quienes avisaremos amablemente cuando parezca
útil la corrección.
4. Dedicaremos una media hora semanal a reunirnos
y, después de invocar al Espíritu Santo y hecha
una breve lectura espiritual, nos ocuparemos del
progreso de la Compañía en la virtud y en la
piedad.
5. Nos avisaremos en particular de los defectos
que tengamos que corregir.
6. Trabajaremos para evitar cualquier disgusto
entre nosotros, por pequeño que sea, y
soportaremos con paciencia a nuestros compañeros y
a las demás personas que nos resulten antipáticas.
7. No se señala ninguna oración particular, puesto
que el tiempo que nos quede después de cumplir
nuestros deberes, hemos de consagrarlo a lo que
parezca más útil a nuestra alma.
8. Admitimos, sin embargo, estas pocas prácticas:
a) Frecuentaremos los santos sacramentos lo más
a menudo que nos sea posible.
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