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querido visitar su colegio o exigir el título
académico a uno de sus profesores, eran removidos
a escape.
Por otra parte tenían como aliados a los
periódicos sectarios, especialmente a la Gaceta
del Pueblo, que hablaba de don Bosco, con el mote
de don Bosio, para insultarle impunemente con
artículos obscenos.
De modo que los valdenses, a base de prensa,
discusiones y cartas, que nosotros conservamos
como documentos de ignoracia, de errores
gramaticales, ((**It5.449**)) de
soberbia, buscaban cómo confundirlo y hacerle
callar. Pero don Bosco era incansable en su
empresa; la caridad de Cristo y los modos de San
Francisco de Sales eran sus armas; les contestaba
sin acrimonia, disimulando las injurias y
respetando las personas. Y, a través de las
amistades, buscaba ganárselos invitando a que le
visitaran aquellos infelices que habían vuelto las
espaldas a la verdadera religión. Era una batalla
espiritual de celo ardoroso contra todo un
ejército de extraviados, y, al mismo tiempo, un
combate singular con muchos de ellos.
He aquí una prueba de cuanto decimos en las
siguientes cartas.
Muy Reverendo Señor:
El que suscribe y tiene el honor de dirigir la
presente a V.R.S. es el ingeniero Juan
Prina-Carpani, perteneciente a la Sociedad
Evangélica y empleado en el catastro, de quien ya
le ha hablado su colega el señor Pina. He ido a
visitarle dos veces, juntamente con dicho señor
Pina, y anteayer yo solo, mas no tuve la suerte de
encontrarle; por ello he decidido escribir estas
líneas para informarle de mis intenciones.
Le anticipo que el señor Pina me parece un
joven realmente extraño para los tiempos que
corren y particularmente dotado de un corazón
religioso y cristiano; mas desgraciadamente, por
ignorancia y a causa de los prejuicios en él
inoculados con una falsa educación, es incapaz de
razonar y hasta de entender un iento lógico sobre
religión: por eso ha creído conveniente el que
suscribe presentarle a V.R.S. y sostener una
conferencia con usted, como abogado suyo, sin
perjuicio de las propias opiniones, pues goza de
fama honorabilísima, por la que pueda el que esto
suscribe dar cuenta al señor Pina de la propia fe,
de las propias esperanzas y del fundamento en que
se basan. El fin de esta entrevista sería enseñar
cristianamente a este señor Pina a no pensar y
juzgar por cabeza ajena, sino a instruirse más,
para no dar la impresión de un hombre de la edad
media, presuntuoso ((**It5.450**)) y
fanático. Al propio tiempo, ya que el adversario
estará asistido por V. S., yo lo estaré por su
hermano en Jesucristo Carlos David, a quien usted
ya conoce. Y para que nuestra conversación sea de
algún provecho, desearía también, con su
beneplácito, estuvieran presentes, sólo como
testigos, otros dos compañeros nuestros de
trabajo, discretísimos y de recto criterio, los
cuales tendrán que glorificar al Señor, en fuerza
de nuestros razonamientos reconociendo que la
revelación es la verdad y que fuera de ella todo
es error.
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