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A los suscriptores y beneméritos
corresponsales.
Hemos llegado al tercer año de nuestras
populares publicaciones de Lecturas Católicas;
creemos un deber dirigir unas palabras a los
señores suscriptores y a los beneméritos
corresponsales.
En primer lugar agradecemos a éstos el habernos
sostenido con su cooperación, que nos sirvió de
verdadero aliento en medio de los sacrificios que
hemos debido soportar, para que no faltara al
pueblo la instrucción y el beneficio moral que nos
hemos propuesto servirles.
Bien sabemos que no es nada en comparación de
lo que falta, sobre todo a las clases populares, a
las que amamos como a las niñas de nuestros ojos.
Por lo cual, con plena confianza en los
suscriptores, en la cooperación de los beneméritos
corresponsales, en la asistencia y ayuda de Dios,
entramos confiados en el cuarto año de nuestra
publicación, tratando de mejorar todo aquello que
está a nuestro alcance, ya sea en la forma de
tratar los asuntos, ya sea en la exactitud y
regularidad de la publicación y el envío de los
folletos.
Por doquier se difunden libros impíos y de
pésima hechura, escritos para corromper el corazón
y torcer la mente de los buenos; se difunden
impunemente por mano desconocida, pero astuta, y
que especula con el oro, ((**It5.442**)) sobre
las humanas pasiones con detrimento de la fe, de
las costumbres, y acarreando a la familia y a la
entera sociedad daños incalculables. Por tanto es
necesario, es deber nuestro presentar libros
buenos para alimentar el espíritu y el corazón con
principios morales, a fin de disminuir en lo
posible los tristes efectos de aquéllos. Libros de
poco peso para no cansar y de escaso precio que no
exijan más que un pequeño sacrificio.
Esta ha sido y es, señores, la finalidad de las
Lecturas Católicas. Por tanto el que favorece
nuestro intento, realiza una obra eminentemente
católica y social y hace una obra de misericordia.
Todo padre de familia, debería, pues, aportar su
piedra para asegurar los cimientos del edificio
religioso y civil suscribiéndose; todos los
párrocos debieran amparala y difundirla en sus
parroquias; los ricos en nada podrían emplear
mejor una parte de sus haberes que asociándose
para distribuir gratuitamente folletos a quienes
faltan los medios materiales para hacerlo.
Creemos, por nuestra parte, no haber fallado,
puesto que, en el curso de tres años y con grave
sacrificio, hemos puesto en circulación
seiscientos mil folletos de Lecturas Católicas:
mucho más hubiéramos hecho, si se nos hubiera
ayudado a difundirlas por esos pueblos y ciudades,
donde todavía son poco menos que ignoradas. Por lo
mismo rogamos encarecidamente a los señores
corresponsales que se multipliquen para que crezca
el número de sus suscriptores y, para que sean
conocidas donde no lo son, seguros de que sólo así
se hacen acreedores al reconocimiento de la
sociedad y de la religión.
Confiamos en que nuestro llamamiento no será
vano, ya que conocemos bastante las ideas del
pueblo, el celo y constancia del clero y la
generosidad de los ricos, en quien tenemos nuestra
confianza, después de Dios. La Dirección central
de las Lecturas Católicas tiene su sede en Turín,
calle de Santo Domingo, número 11. En ella están a
disposición del público todas las obras publicadas
durante los tres años precedentes.
LA DlRECCION
1 Así terminaba Armonía su número del 22 de
febrero de 1856, en el que reproducía esta
circular. <(**Es5.317**))
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