((**Es5.314**)
-íExcelencia! He estudiado la cuestión, mas,
pese a todo lo que he hecho para poderle anunciar
que no había incurrido en censura, muy a mi pesar
no he podido salvarlo, ni he encontrado un solo
autor de teología que lo salve.
La franqueza y libertad de don Bosco gustaron a
Rattazzi, el cual añadió:
-íMuy bien, don Bosco! Estaba seguro de que
usted no me engañaría, y por eso he querido
saberlo de sus labios. Hasta ahora ninguno quiso
ser sincero y decírmelo. Celebro su franqueza y le
repito lo que ya le he dicho; venga a mí siempre
que necesite algo para sus chicos.
A veces decía en son de broma a don Bosco:
-Rece por mí, para que, si he de ir al
infierno, no vaya muy al fondo.
Lo que quiere decir que ya don Bosco había
pronunciado ante él alguna palabra de vida eterna,
como acostumbraba hacer directa o indirectamente
en sus conversaciones.
Un día, al entrar en el despacho de Rattazzi,
le observó:
-íExcelencia! Su despacho parece un
confesonario rodeado de penitentes en tiempos de
Pascua, a juzgar por el gran número de personas
que hacen antesala.
El Ministro respondió:
-Pero con una diferencia, querido don Bosco:
que el que sale del confesonario, se va contento,
con la paz en el corazón y bendiciendo al padre
espiritual; mientras que el que deja al Ministro,
que no ha podido condescender con sus deseos, se
aleja de él lleno de rabia y maldiciendo...
Aquel hombre aún guardaba en su corazón algo de
fe, mas, por desgracia, buscaba acallar su voz.
((**It5.438**)) Don
Francisco Cerruti hablaba de él en cierta ocasión
con don Bosco y le preguntó:
-Entonces, cuando Rattazzi hablaba con usted:
>>era un hipócrita?
-No, contestó don Bosco. íEra hipócrita cuando
hablaba con la cámara de diputados! Obedecía a la
secta. Se unían en él nobles virtudes y
deplorables cualidades. Si hubiera vivido en otra
época, en distinta atmósfera y sin pactos que lo
ataran, hubiera sido un gran hombre y no un hombre
funesto.
Lo mismo sucedió con tantos otros que
pertenecían a su partido y hacían causa común para
mermar cada vez más la acción de la Iglesia hasta
en las escuelas.
A principios de 1856 Juan Lanza, Ministro de
Instrucción Pública,
(**Es5.314**))
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