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consistente en la ampliación del actual edificio,
para poder albergar un número mayor de muchachos
pobres, abandonados y en peligro, abierto con gran
utilidad y filantrópica intención en el barrio de
Valdocco de esta ciudad. Veríamos con satisfacción
que fuese llevado a término por las ventajas que
aportaría a esta clase de jóvenes, pero no
obstante el buen deseo del que suscribe, no está
éste en condiciones de poder concederle el
adelanto de fondos solicitado para cubrir los
gastos de la referida ampliación de locales, dadas
las circunstancias por las que atraviesan
actualmente las finanzas del Estado.
El que esto escribe espera y confía que el
benemérito sacerdote reverendo Bosco podrá
conseguir poco a poco los medios necesarios a su
propósito de la caridad privada y, entre tanto,
para atender a las necesidades ordinarias, se ha
determinado concederle una subvención de 300
liras, con cargo al Presupuesto de este
Ministerio, lamentando que las estrecheces del
mismo no le permitan ser más generoso.
Se ha cursado la orden de cobro, que pagará la
Tesorería del Interior.
El Ministro
U. RATTAZZI
Esta carta demuestra cómo Rattazzi mantenía
vivo interés por don Bosco y su obra. Solía decir
que el Gobierno tenía la obligación de proteger su
institución, porque cooperaba eficazmente a
amenguar los inquilinos de las cárceles y a formar
honrados ciudadanos.
((**It5.435**)) Todos
los documentos que Rattazzi enviaba a don Bosco,
fueran del género que fueran, los firmaba de su
puño y letra, y ponía su nombre al pie de las
recomendaciones para la admisión de los muchachos.
Tenía a gala contestar él mismo a las solicitudes
de ayuda, y prefería en tales casos no servirse de
los secretarios.
Animaba a don Bosco a continuar en su noble
empresa, y siempre que iba por el Ministerio, le
gustaba hacerle saber que nada tenía que temer de
él, y así fue a la verdad. Le profesaba sincero
afecto, ponía a su disposición la influencia de
que gozaba en las altas esferas del Estado, y le
tenía en tanta estima, que en las conversaciones
le llamaba el gran hombre. Fue a visitarlo varias
veces al Oratorio y otras le llamó al palacio
ministerial para interesarse de viva voz por algún
muchacho abandonado, para indicarle cómo había de
librarse de ciertas asechanzas y para otros
asuntos.
Pero don Bosco, aunque vivamente agradecido,
estaba en guardia para no quedar atado a él, con
menoscabo de su libertad de acción. Por eso,
habiéndole ofrecido en una ocasión una elevada
cantidad, a condición de que hiciera ocer su
institución como una Obra Pía del Gobierno, don
Bosco expuso sus razones para no aceptar, y el
Ministro no insistió.
Cuando le recibía en audiencia, Rattazzi tenía
con él toda suerte de atenciones.
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