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las impías doctrinas profesadas, enseñadas y
propaladas, reconocer plenamente las enseñanzas y
la autoridad de la Iglesia y aceptar las
penitencias que le fueran impuestas por el Santo
Oficio. El Obispo le absolvió de la excomunión
reservada al Papa y Grignaschi firmó el
correspondiente escrito juntamente con el Obispo y
dos testigos, uno de los cuales fue el teólogo
Antonio Belasio, Misionero ((**It5.426**))
Apostólico, por quien hemos sabido todo lo que don
Bosco hizo en favor de aquel infeliz. Por orden de
Roma, el mismo Grignaschi hizo publicar su
retractación, para conocimiento público, en el
periódico Armonía, número 150, correspondiente al
3 de julio de 1857, a fin de reparar, en lo
posible, los escándalos dados. Aquel documento,
legalizado por la Curia de Novara, confirmó en sus
buenos propósitos a sus discípulos, convertidos
por don Bosco y el canónigo Borsarelli.
Pero su conversión no pareció sincera. Cumplida
su condena, Grignaschi fue a visitar a don Bosco
al Oratorio. Iba vestido de paisano, ya que nunca
volvió a llevar sotana. Don Bosco lo recibió como
al mejor de los amigos y dióle un apretado abrazo,
como si quisiera tenerlo siempre junto a él.
Recibió muy bien sus advertencias, y prometió
sobre todo no aparecer por Viarigi. Se temía que
tornara a dispersar las ovejas de Cristo y hay que
agradecer a las exhortaciones de don Bosco el que
Grignaschi no volviera a buscar prosélitos. Se
retiró a vivir durante unos meses a Asti, en una
casita apartada en el campo. Había encontrado
tanto sosiego en su charla con don Bosco, que
volvió varias veces a visitarlo. Luego se ocultó
en un pueblecito de Liguria al oeste de
Villafranca, cerca de Niza; compró allí una casita
y no dio más que hablar. Don Bosco recibió algunas
cartas suyas que se conservan, intentó tratarle,
ayudarle materialmente y hasta le envió a su común
amigo Juan Tamietti de Cambiano, para que
investigara sus sentimientos y le consolase con
buenos consejos. El desgraciado recordaba a menudo
la buena acogida de don Bosco y decía conmovido:
-íQué caridad, qué ((**It5.427**)) caridad
la de este hombre!
También el P. Protasi, jesuita, compañero suyo
de escuela, hizo cuanto pudo para ganar aquella
alma a Dios. En sus últimos años, afirmaba que
Grignaschi era un buen católico, pero su corazón
seguía siendo el mismo. Es horrorosa la ceguera
que producen las malas costumbres y las relaciones
diabólicas. Murió en 1883, sin recibir los
sacramentos de la Iglesia.
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