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de la paz que gozan sus compañeras católicas; es
instruida secretamente por el párroco, contrariada
después por el pastor protestante y finalmente
castigada y encerrada por su padre. Pero consigue,
de milagro, huir de su casa y entrar en el seno de
la verdadera Iglesia, a pesar de las asechanzas de
los enemigos de su alma.
Este librito comenzaba con las siguientes
autorizadas palabras:
<((**It5.23**)) el
engaño, nueva perfidia de la que sólo es capaz el
infernal enemigo del bien. Giran entre nosotros,
al igual que en otras provincias del Estado,
hombres pagados y perversos que, fingiendo
cualquier actividad comercial o artística, entran
por establecimientos y casas particulares, y
asaltan por los caminos, para vender a módico
precio o entregar por una mínima cantidad y hasta
gratuitamente, libracos cubiertos de herejías y
blasfemias, con hermosísimos títulos en la
portada, con la idea de deslumbrar a los incautos
y conseguir que ellos mismos lleven al seno de sus
familias el más corrosivo e insospechado veneno>>.
Así escribía a sus diocesanos, en la Pastoral
del 15 de marzo de 1854, el obispo de Biella,
dándoles los oportunos consejos y advertencias. Y
don Bosco agregaba: <>.
Pero los valdenses seguían con sus insolencias,
sabedores de que no serían castigados, mientras no
se ahorraban a los católicos las más negras
calumnias.
En enero de 1854 protestaron los obispos ante
el Rey por las graves e injustas acusaciones de
rebelión movidas contra el clero y le recomendaban
que limase diferencias ((**It5.24**)) con la
Santa Sede. Pero, como respuesta, Urbano Rattazzi,
ministro de Gracia y Justicia, proponía a la
cámara ciertas modificaciones de las leyes
penales.
(**Es5.30**))
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