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Pero sus cálculos no eran definitivos. Antes de
su muerte, quinientos jóvenes más se unieron al
clero diocesano, y, después de muerto, otros cuya
vocación había él despertado, eligieron la senda
del sagrado ministerio. Añadamos los muchos que
pasaron de sus casas filiales al Seminario.
Recordemos también a los que aconsejados por él
entraron a repoblar los institutos religiosos:
casi no hay orden ni congregación, en Italia,
donde no haya ((**It5.412**))
sacerdotes que un día fueron alumnos de don Bosco.
Tampoco se le puede negar el mérito de haber
contribuido con varios medios a aumentar con
nuevas fuerzas el ejército del Catolicismo. Puede
decirse que, debido a su ejemplo, y tal vez a sus
instancias y a su cooperación, se abrieron y se
mantuvieron los seminarios menores. Muchos
directores de éstos y de los seminarios mayores,
fueron a consultarle y aprendieron de él el modo
de educar a los alumnos con amable y paternal
asistencia, con la piedad y especialmente con la
frecuente comunión, condición indispensable para
perseverar en la vocación; y de ello obtuvo muchas
ventajas el clero de las diversas diócesis, ya
que, como es sabido, antes de 1848, imperaba en
los seminarios un sistema muy distinto.
Nos reservamos otras pruebas de nuestra
afirmación para el curso de la historia, de las
cuales, unidas a las presentes, podemos deducir
que no andan muy lejos de la verdad quienes
aseguran que don Bosco formó unos seis mil
sacerdotes.
Don Miguel Rúa fue testigo y parte de cuanto
hemos dicho, puesto que, desde 1850 hasta 1888,
estuvo al lado de don Bosco y le ayudó en todas
sus empresas. Pero lo que más admiró en él fue su
fortaleza en las diferencias habidas con poderosos
adversarios, que sistemáticamente perseguían su
institución para hacerla desaparecer. Varios altos
dignatarios del Estado, entre los cuales estaba el
comendador Morena, Comisario Regio para la
liquidación del patrimonio eclesiástico de Roma,
decían a don Francisco Dalmazzo:
-Mientras nos afanamos por deshacernos de los
religiosos e impedir las vocaciones eclesiásticas,
don Bosco, con una constancia digna de mejor
causa, fabrica sacerdotes a toda prisa ante
nuestras propias narices.
Hemos presentado un cuadro precioso, que en
1856 no era todavía más que un esbozo.
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