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por el reverendo Cassetta, párroco de Costigliole
de Asti. Y lo mismo puede decirse de otras
diócesis piamontesas.
Don Bosco proporcionó también cada año muchos
seminaristas a la diócesis de Milán. Y en la
Liguria se cuentan más de trescientos sacerdotes
alumnos suyos. Hasta Roma tuvo también algunos de
ellos distinguidos con varios títulos y
dignidades; y seis obispos vivieron varios años,
siendo niños, al lado de don Bosco.
Y con todos éstos, cuya vocación ya se veía que
no era para el Oratorio, don Bosco tenía las
mismas consideraciones y cuidados que usaba con
los que abrazaban su pía sociedad. Cuando llegaba
la hora en que un alumno debía dejar el Oratorio
para incorporarse al clero de su propia diócesis,
lo llamaba unas cuantas veces y le iba dando los
consejos que consideraba oportunos, para que fuese
un buen seminarista y ((**It5.409**)) llegara
a ser un día un buen sacerdote. Les recomendaba
sobre todo que conservaran la pureza de corazón,
asegurándoles que, en caso contrario, perderían
toda esperanza de felicidad y de fructuoso
ministerio.
Así desplegaba don Bosco su celo infatigable en
pro de la Iglesia Católica. Hace una viva
descripción y un magnífico elogio de los
resultados de su actuación y su mérito el padre
Félix Giordano, de los oblatos de María, antiguo
amigo suyo y testigo de toda excepción, en una
carta que escribió desde Niza a don Celestino
Durando el año 1888.
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-íBienvenido, señor Felicísimo! Precisamente
teníamos sobre el tapete una cuestión de
palpitante actualidad, en espera de que viniera
usted a resolverla.
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