((**Es5.291**)
perspicacia, prudencia y conocimiento de los
alumnos y también de luces extraordinarias, no se
fiaba del todo de sí mismo. En la elección de la
vocación, cuando se trataba de jóvenes que no eran
sus penitentes, quería que antes oyeran el parecer
de su confesor. A menudo, por no decir casi
siempre, los enviaba a don José Cafasso, para que
dijese él la última palabra. No tenía ningún
reparo en que se pidiera consejo a otros
sacerdotes prudentes.
((**It5.403**))
<>-Muy bien, me dijo, iremos un día al convento
de la Virgen del Campo y allí hablarás con el
padre Guardián.
>>Y así fue; él mismo me presentó al padre
Guardián para que pudiera hablarle libremente de
mi vocación>>.
A otros les aconsejó y autorizó a presentarse a
los Superiores de diversas órdenes, como por
ejemplo, Jesuitas, Dominicos, Capuchinos, Oblatos
de María.
Un venerable sacerdote, antiguo alumno, cuenta
lo que todos nuestros compañeros pueden confirmar,
a saber, la diligencia de don Bosco para sostener
serios coloquios en dos ocasiones distintas, con
los que ya habían decidido la vocación.
<>.
((**It5.404**)) Esta
última pregunta revelaba su vivo deseo y la gran
necesidad de los Oratorios; era una condición
indispensable para que no faltaran las vocaciones
sacerdotales. Pero don Bosco no se la hacía sino a
aquél de quien estaba moralmente seguro que era
llamado por el Señor a formar parte de su
congregación. Seguía el gran principio de San
Vicente de Paúl:
(**Es5.291**))
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