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((**Es5.284**) pública a los cooperadores, decía hablando de los primeros años de su Institución: ->>Dónde encontrar jóvenes dispuestos a corresponder a un llamada del Señor? El hombre es un mísero instrumento de la Divina Providencia, que en sus manos y con su santa ayuda realiza cuanto Ella quiere. Pues bien, en aquel tiempo, el Señor hizo conocer claramente de qué modo y dónde quería escoger su sagrada milicia. No entre las familias acomodadas y ricas, que generalmente están demasiado impregnadas de espíritu mundano, del que por desgracia quedan pronto imbuidos sus hijos, los cuales pierden en las escuelas públicas o en los grandes colegios toda idea, todo principio, toda inclinación de la vocación que Dios puso en su corazón hacia el estado sacerdotal. Y así, los escogidos por El para ocupar un puesto glorioso entre quienes debían prepararse para el sacerdocio, se encontraban con los que ((**It5.393**)) manejaban el martillo y el azadón. Es decir, pobres muchachos campesinos y artesanos. Pero no quedaban excluidos los hijos de familias acomodadas, venidos a menos, que daban señal de que con gusto se entregarían a los estudios. Con este programa, don Bosco buscaba un compañero que apresurara sus proyectos. El Oratorio de San Francisco de Sales y la Pequeña Casa de la Divina Providencia estaban casi juntas: eran dos obras que siempre se trataban muy amigablemente, suscitadas ambas por el Señor para remediar las miserias humanas y sostener la religión y la sociedad. Don Bosco había animado muchas veces y últimamente casi obligado con santa impertinencia al canónigo Anglesio, director de la Pequeña Casa, a que aumentara el número de jovencitos pertenecientes a la agrupación de <>, fundada por el Venerable Cottolengo, para el fomento de las vocaciones sacerdotales. Eran sólo diez y contaban con un sacerdote de la ciudad que iba a darles clase. Había que aumentarlos fundando un colegio de estudiantes, con la finalidad de proveer personas fijas para ejercer el sagrado ministerio con los enfermos y demás albergados en aquella admirable fundación. El canónigo, persuadido de que el proyecto era para la mayor gloria de Dios, siguió el ejemplo y consejo de don Bosco. Entonces éste puso aún más entusiasmo para realizar sus correrías, como lo hizo durante bastantes años por los pueblos de las diócesis de Turín, Biella, Ivrea, Casale y sobre todo por las comarcas de Saluzzo y Mondoví. Preguntaba a los párrocos por los muchachos más virtuosos, de buen carácter y aptos para el estudio que según ellos podían ser dirigidos hacia el estado sacerdotal. Llamaba (**Es5.284**))
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