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-Tres, respondió; Garovaglia, el joven Segundo
Gurgo y yo, más el piano que hace el número
cuatro.
-Bien, dijo don Bosco, muy bien. Sois tres
pianistas y Gurgo os podrá dar lecciones de
música. Tú procura no perderlo de vista.
Y no añadió nada más. El clérigo, acuciado por
la curiosidad y sospechando algo, comenzó a
hacerle preguntas, pero don Bosco le interrumpió
diciendo:
-El porqué de todo esto lo sabrás a su tiempo.
El secreto no era otro sino que en aquella
habitación estaba el joven de las veintidós lunas.
A principios de diciembre no había ningún
enfermo en el Oratorio y don Bosco, subiendo a su
tribuna después de las oraciones de la noche,
anunció que uno de los jóvenes presentes moriría
antes de la fiesta de Navidad.
Ante esta nueva predicción y el próximo
cumplimiento de las veintidós lunas, reinaba en la
casa gran preocupación; los muchachos recordaban
frecuentemente las palabras de don Bosco y temían
la realización de lo anunciado.
Don Bosco, por aquellos días, llamó nuevamente
al clérigo Cagliero preguntándole si Gurgo se
portaba bien y si, después de dar las clases de
música en la ciudad, regresaba a casa temprano.
Cagliero le respondió que todo procedía
normalmente, no habiendo novedad alguna entre sus
compañeros.
-Muy bien, añadió el siervo de Dios, estoy
contento; procura que todos observen buena
conducta y avísame si sucediese cualquier
inconveniente.
Y, dicho esto, no añadió más.
((**It5.381**)) Mas he
aquí que, hacia la mitad de diciembre, Gurgo se
sintió asaltado por un cólico violento y tan
pernicioso que, habiendo sido llamado el médico
con toda urgencia, por consejo de éste, se le
administraron al paciente los últimos sacramentos.
Ocho días duró la penosa enfermedad y Gurgo fue
mejorando, gracias a los cuidados del doctor
Debernardi, de forma que pronto pudo levantarse
del lecho convaleciente. El mal había sido
conjurado y el médico aseguraba que el joven se
había librado de la muerte. Entre tanto, se había
avisado al padre del muchacho, pues no habiendo
muerto hasta entonces nadie en el Oratorio, don
Bosco quería librar a sus alumnos de tan
desagradable espectáculo. La novena de Navidad
había comenzado y Gurgo, casi curado, pensaba ir a
su pueblo natal para pasar las pascuas con sus
parientes. A pesar de ello, cuando se daban
(**Es5.275**))
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