((**Es5.272**)
<>-Desde el momento en que se cumple lo que
usted predice, puede estar tranquilo y continuar.
>>-Sólo años después, cuando murió el joven
Casalegno y lo vi en el ataúd sobre dos sillas en
el pórtico, precisamente lo mismo que en el sueño,
y supe el cuidado que había tenido don Juan
Cagliero para impedir el cumplimiento ((**It5.377**)) del
hecho, sin conseguirlo, ya no dudé más en creer
firmemente que aquellos sueños eran advertencias
del Señor>>.
De dicho sueño hablaremos a su tiempo; ahora
seguimos el hilo. Era un día de fiesta del mes de
marzo de 1854. Don Bosco reunió, después de la
función de vísperas, a todos los alumnos internos
en un local situado detrás de la sacristía y les
anunció que iba a contarles un sueño. Estaban
presentes entre otros los muchachos Cagliero,
Turchi, Anfossi y los clérigos Reviglio y
Buzzetti, de cuyos labios oímos nuestra narración.
Todos estaban persuadidos de que don Bosco
ocultaba las comunicaciones que recibía del cielo,
bajo el nombre de sueño.
El sueño fue el siguiente:
-Me encontraba yo en medio de vosotros en el
patio y me alegraba en mi corazón al contemplaros
tan vivarachos, alegres y contentos. Quiénes
saltaban, quiénes gritaban, otros corrían. De
pronto vi que uno de vosotros salió por una puerta
de la casa y comenzó a pasear entre los compañeros
con una especie de chistera o turbante en la
cabeza. Era el tal turbante transparente, estaba
iluminado por dentro y ostentaba en el centro una
hermosa luna en la que aparecía grabado el número
22. Yo, admirado, procuré inmediatamente acercarme
al joven en cuestión para decirle que dejase aquel
disfraz carnavalesco; pero he aquí que, entre
tanto, el ambiente empezó a oscurecerse y, como a
toque de campana, el patio quedó desierto, yendo
todos los jóvenes a reunirse en filas debajo de
los pórticos. Todos reflejaban en sus rostros un
gran temor y diez o doce tenían la
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