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CAPITULO XXXII
LOS SUEÑOS DE DON BOSCO JUZGADOS POR DON JOSE
CAFASSO -EL SUEÑO DE LAS VEINTIDOS LUNAS -MUERTE
DE SEGUNDO GURGO -DEVOCION DE DON BOSCO A LAS
ALMAS DEL PURGATORIO -MUERTE DE CAMILO GAVIO
-CUMPLIMIENTO DE OTRAS PREDICCIONES SOBRE EL FIN
DE VARIOS JOVENES
LOS muchachos del Oratorio estaban persuadidos de
que don Bosco había recibido del Señor dones
espirituales extraordinarios. Entre otras cosas,
había predicho la muerte de diversas personas y
otros acontecimientos contingentes y humanamente
imprevisibles. Pero el año 1854 quedaron cada vez
más impresionados, cuando empezó a contar sueños
que realmente pueden definirse como visiones
celestiales, porque en ellos Dios hacía ver a don
Bosco lo que quería de él y de sus muchachos, y,
sobre todo, lo que convenía al bien espiritual del
Oratorio. Don Bosco daba gran importancia a
aquellos sueños, pero moderada por una sincera
humildad, puesto que al hablar de ellos a los
jóvenes era evidente que no buscaba para sí gloria
alguna; antes al contrario, al empezar tales
narraciones, para alejar de sí la más pequeña
sombra de mérito o privilegio, elegía siempre
entre dos pensamientos el más corriente y el menos
apropiado ((**It5.376**)) para
hacerle notorio, y a veces recurría a una
narración jocosa y paliaba los puntos más
brillantes, que sin embargo aparecían naturales y
espontáneos a los que le escuchaban.
Pero su importancia la demostraba don Bosco con
los hechos, ya que en estos casos no se ahorraba
fatiga alguna, como predicar, confesar, oír,
aunque fuera uno a uno, a los muchachos que iban a
preguntarle lo que había sabido sobre su presente
o su futuro. El efecto infalible de aquellas
narraciones era un saludable horror al pecado,
como no se lo habrían causado unos días de
ejercicios espirituales. Todos se confesaban con
singular arrepentimiento, muchos hacían confesión
general, y eran bastante más frecuentes las
comuniones, con indecible provecho para las almas.
Y no podía ser de otro modo, al ver cumplidas las
predicciones con el conocimiento profundo de sus
corazones.
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