((**Es5.266**)
<>.
Ya hemos aludido, más de una vez, en el
transcurso de estas memorias a esta su perspicaz
atención, y al mismo tiempo a su admirable y
prudente generosidad; y presentamos ahora otra
prueba.
Subía un día don Bosco de la iglesia a su
habitación; en el descansillo se encontró con un
señor que lo esperaba. Tenía a su lado un chico,
elegantemente vestido, de agradable aspecto y ojos
vivaces, que descubrían una inteligencia nada
común. Entró en la habitación, hizo pasar al
señor, y el muchacho ((**It5.368**)) se
quedó apoyado en la barandilla del mirador,
contemplando cómo se divertían los alumnos en el
patio. Mientras tanto decía el caballero aquel a
don Bosco:
->>Ha visto al muchacho que he traído conmigo?
-Sí, le he visto y me ha gustado; me parece de
carácter leal.
-Pues bien: es mi hijo y si usted supiera
ícuántos disgustos me ocasiona...!
->>Es posible?
-Escuche: le he tenido primeramente en el
colegio de tal..., y después en el de cual... No
sé lo que ha pasado, pero es el caso que se ha
vuelto tan malo, que ya no sé qué hacer para
cambiar sus sentimientos. Ha leído de todo, lo ha
visto todo, habla de todo sin ningún miramiento y
me las ha hecho de todos los colores. Tiene
particularmente una aversión tal a la religión,
que no me lo explico, ya que en familia se la
respeta y practica. Pero aún hay más. A su vuelta
del colegio al pueblo, por las vacaciones, entró
en casa y no saludó a su padre ni a su madre y,
pocos minutos después, salió derecho al café
cercano, se pudo a jugar al billar y luego a la
baraja. Allí estuvo hasta muy entrada la noche...
No aguanta la menor observación, responde con
insolencia, se niega con todo descaro a obedecer,
desprecia las prácticas de piedad y no quiere
saber nada de Iglesia. Su madre y yo estamos
consternados. No sabemos qué partido tomar. Las
medidas rigurosas, estamos seguros, no servirán
más que para exasperarlo. >>Qué hacer, pues? Don
Bosco: le he expuesto
(**Es5.266**))
<Anterior: 5. 265><Siguiente: 5. 267>