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negocio intrincado, o por la curación de un
enfermo. Les recomendaban que le pidieran consejo
para su estado actual o para el futuro, y los
alumnos que conocían su corazón y su prudencia, le
manifestaban las peticiones de sus padres y las
suyas. Y don Bosco escuchaba a los muchachos con
la misma atención con que atendía a los más altos
y graves personajes.
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Los muchachos estaban persuadidos de su
santidad por el afecto sobrenatural que les
profesaba y que abarcaba a todos por igual, lo
mismo a estudiantes que a artesanos. Por el bien
de éstos hacía cuanto podía; de noche los enseñaba
a leer, escribir y hacer cuentas, ((**It5.359**))
mientras buscaba la manera de sacarlos de los
talleres de la ciudad.
También había tomado una importante
determinación para los estudiantes. Se puso en
guardia a su entrada en el colegio para evitar que
pasaran con ellos los mayores enemigos de los
centros de educación.
Dispuso, pues, que todos los alumnos, al
comenzar el curso escolar, presentasen al Superior
lista exacta y debidamente firmada, de todos los
libros que tuviesen o trajeran consigo. Esta
precaución era necesaria para asegurarse de que no
entraban en el Oratorio obras inmorales o
prohibidas por la Iglesia. A veces, pasados
algunos meses, pedía de nuevo una segunda lista.
Esta vigilancia no era exagerada, porque aún
sin culpa de los muchachos, se daba el caso de
padres que, por ignorancia, envolvían el vestuario
de sus hijos con periódicos impíos. Los malos
amigos se esforzaban también para hacer llegar a
los internos noveluchas y otras porquerías de este
género. Por esto estaba muy vigilado el locutorio
de la portería, y se revisaban escrupulosamente
baúles y paquetes.
Todo aquel que, a lo largo del año, recibía o
compraba otras obras, sin haber pedido permiso,
tenía que presentarlas en seguida para revisarlas,
y luego incluirlas en la lista que guardaba el
Superior. Si a un muchacho se le descubría algún
libro ocultado con malicia, sobre todo si era
malo, no sólo se le quitaba, sino que se le hacía
responsable de una falta grave de desobediencia y
casi siempre comprometía su estancia, porque don
Bosco era muy severo con los guardianes de tal
veneno.
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