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le prometiera algo especial. Finalmente lo
bendijo, invocando a San Luis, y lo dejó
augurándole amablemente una buena noche. El
enfermo ni se dio cuenta de lo que le sucedía, ni
se acordó de nada más. Durmióse enseguida muy
tranquilo, sudó, pasó de un tirón toda la noche,
y, al despertarse, se encontró curado del todo.
Don Bosco, que siempre se preocupaba por la salud
de sus alumnos, apenas salió de la iglesia,
preguntó por el enfermo y le contestaron:
-Turco está con todos, comiendo tan contento su
pan.
El mismo joven contaba más tarde:
-Yo siempre, entonces y ahora, he creído que mi
curación fue algo extraordinario.
((**It5.17**)) Pero el
Señor no consideraba siempre oportuna una curación
instantánea o rápida, y entonces la caridad de don
Bosco se manifestaba de otras maneras.
<>, nos decía el teólogo
Ascanio Savio. <>, nos
repetía el canónigo Anfossi.
A pesar de sus múltiples ocupaciones, don Bosco
no dejaba de visitar a sus enfermos, y lo hacía
inmediatamente, si estaban graves. Llamaba al
médico y lo acompañaba él mismo hasta el pie de su
cama. Tanto le preocupaban que, si no podía
visitarlos, preguntaba a menudo por ellos, se
informaba de si tenían las oportunas medicinas e
insistía para que no les faltara nada. Solía
decir: <>. Si un chico
empeoraba, él, si era preciso, procuraba estar a
su lado no sólo de día, sino durante buena parte
de la noche, y, sobre todo, procuraba que
recibiera los santos sacramentos a tiempo y con
las debidas condiciones. Sus modales eran
encantadores y sus palabras, tan afectuosas y
dulces, que los enfermos parecía que no sentían
dolor.
<>.
Cuanto estaban convalecientes, recomendaba al
Prefecto que tuviera con ellos toda suerte de
miramientos en la comida, que se les diera vino
generoso, y le preguntaba con diligencia cómo
seguían. <>.(**Es5.26**))
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