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-Quince cumplidos.
->>Qué te pasa que estás tan triste? >>Te
encuentras enfermo?
-Sí, he estado gravemente enfermo: un ataque de
corazón me llevó al borde del sepulcro, y aún no
me he curado del todo.
-Desearás curar, >>verdad?
-Hombre, estoy resignado a la voluntad de Dios.
Estas últimas palabras demostraron que Gavio
era un ((**It5.356**)) joven
de piedad nada común, y Savio continuó:
-Entonces, deseas ser santo, >>verdad?
-Sí, ésta es mi gran ilusión.
-Pues mira, yo voy a decirte en pocas palabras
lo que has de hacer. Sábete que aquí hacemos
consistir la santidad en estar muy alegres.
Procuramos, por encima de todo, huir del pecado
como de un gran enemigo que nos roba la gracia de
Dios y la paz del corazón. En segundo lugar,
tratamos de cumplir exactamente nuestros deberes y
frecuentar las prácticas de piedad. Empieza desde
hoy a escribir como recuerdo: Servite Domino in
laetitia: sirvamos a Dios con alegría.
Esta conversación fue como un bálsamo para las
penas de Gavio, que experimentó un verdadero
consuelo. Desde aquel día fue amigo íntimo de
Savio y fiel imitador de sus virtudes.
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