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((**Es5.245**) Lo supo don Bosco, fue a verlos y les ofreció devolverles la suma que le habían dado. El marido rehusó aceptarla, llorando y protestando que él había hecho aquella entrega como limosna. -Pues bien, replicó don Bosco; reciba ahora de la Virgen lo que usted le dio, de acuerdo con su necesidad. Desde entonces les mandó cien liras cada mes. Al terminar la restitución de las seis mil liras murió el marido, la esposa encontró poco tiempo después un buen partido matrimonial y volvió a dar limosna para María Auxiliadora. Así se lo contó el mismo don Bosco a don Francisco Cerruti. ((**It5.337**)) Mantenía correspondencia continua con sus bienhechores. Las innumerables cartas que escribía, en busca de ayuda, le acarreaban nuevo trabajo, al tener que contestar a las dádivas de los bienhechores. Porque nunca dejaba de responder, agradeciendo y haciendo saber lo mucho que estimaba los socorros recibidos, y esto también para animar a tantos buenos cristianos a perseverar en su caridad. Es éste uno de los recuerdos que con frecuencia repetía a sus hijos. Aunque la limosna fuera de unos centimillos, acusaba recibo con su tarjeta de visita; pero, si llegaba a una lira y media y hasta dos liras, enviaba una carta autógrafa con expresiones de vivo agradecimiento. Veía en ello, no sólo un deber de gratitud, sino un medio para multiplicar los socorros en favor de su obra. Nadie puede imaginar cuánto disgusta a los bienhechores la negligencia en responder y cuánto les satisface saber que su limosna ha llegado a destino, y que los beneficiados son agradecidos. Muchísimas veces sucedió que los que se veían agradecidos por unas liras, enviaron pocos días después cientos y miles, teniéndose por dichosos si don Bosco las aceptaba. El no dejaba escapar ocasión de demostrar que mantenía vivo el recuerdo de los beneficios recibidos. Escribía cartitas de felicitación a los bienhechores por todo acontecimiento feliz: día onomástico, boda, nacimiento, honores recibidos y éxitos alcanzados; y enviaba testimonios de dolor, sugeridos por la fe, cuando les sucedía alguna desgracia o la muerte les arrebataba una persona querida. Por año nuevo empleaba todo un mes para enviar a todas partes cartas de felicitación de su puño y letra. A su tiempo traeremos algunas de ésas ((**It5.338**)) y de otra índole, verdaderos modelos de sencillez, brevedad y sentido cristiano, que le ganaban nuevas limosnas. Varias veces durante el año invitaba a cada uno de sus muchachos a escribir cartas de cordial agradecimiento a quienes habían hecho o les hacían algún favor, y en otras ocasiones, preparaba él (**Es5.245**))
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