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zaron. Desde entonces, entró en aquella familia la
hermosa costumbre de santiguarse antes y después
de comer.
((**It5.328**)) Cuando
se trataba de la ofensa de Dios y de la religión,
don Bosco no dejaba de hacer oír sus cariñosos
consejos.
El mismo contaba a sus muchachos en 1855 este
hecho, confirmado por don Miguel Angel
Chiatellino.
<>Le corrigió la madre; yo le llamé y le dije
cariñosamente y con dulzura:
>>->>Por qué has nombrado en vano el nombre de
Jesús?
>>El chico me respondió:
>>-Porque mi cochecito no quiere andar bien.
>>-Pero >>no sabes que no se debe pronunciar el
nombre de Dios, sin respeto y devoción? Dime,
>>sabes los mandamientos?
>>-Sí, me respondió.
>>-Vamos a ver, dímelos, por favor.
>>El niño los empezó, y al llegar al segundo,
No invocarás el nombre de Dios en vano, lo paré y
añadí:
>>->>Sabes qué significa, no invocarás el
nombre de Dios en vano? Quiere decir, mi querido
amigo, que no hemos de nombrar nunca a Diós, que
te quiere mucho, sin necesidad y devoción; de lo
contrario cometemos un pecado, disgustamos a Dios,
sobre todo cuando se le nombra con rabia, como has
hecho tú ahora.
>>El chiquito bajó lo ojos humillado y
respondió:
>>-Papá lo dice siempre.
>>A sus palabras, el padre quedó hecho una
brasa, la madre palideció, y yo enmudecí. El
padre, hombre comprensivo y con ganas de ((**It5.329**)) educar
bien a su hijo, se sentó, lo puso sobre sus
rodillas y le dijo:
>>-Es verdad, perdóname. Es cierto, hago mal
cuando lo digo; de hoy en adelante no volveré a
repetirlo, pero quiero también que sea esta la
última vez que tú lo has dicho; >>de acuerdo?
>>Sé que aprovechó la lección y abandonó la
mala costumbre de blasfemar, y hace poco recibí el
agradecimiento de aquella bonísima esposa y madre
por mi colaboración.>>
No sucedió lo mismo con otro muchacho.
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