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Pero aquella señora, cada vez más enojada, no
quiso oír razones y, levantando los alambres
rotos, mandó acercar a la puerta del patio su
carroza, y sosteniendo como pudo su falda, se
volvió a casa.
Al día siguiente se presentó en el Oratorio su
camarera, quien, después de presentar mil excusas
por la embajada que se veía obligada a desempeñar,
dijo a don Bosco que iba en representación de su
dueña para comunicarle que ella no volvería a
poner los pies en el Oratorio.
-Muy bien, muy bien, respondió tranquilamente
don Bosco.
Antes solía ir a visitarla una vez al mes; a
partir de entonces empezó a ir a su casa todas las
semanas. Cuando se presentó por segunda vez,
díjole la dama:
->>Y cómo es que vuelve usted tan pronto?
-Como usted no va a mi casa, replicó don Bosco,
es preciso que yo venga a la suya; de lo
contrario, >>cómo podré ir adelante con mis pobres
jovencitos que necesitan de todo?
La señora, que daba abundantes limosnas a don
Bosco siempre que le veía, rióse y se retractó de
sus propósitos. Y don Bosco no dejaba de
reconvenirla, para que se corrigiera de aquellos
golpes de impaciencia con los que tropezaba tan
frecuentemente, y ella, que en el fondo era
humilde, lo escuchaba en silencio y reconocía su
culpa. Uno de los meses de otoño envióle una carta
furibunda. Le había invitado antes a ir a su casa
de campo y él no pudo acudir. Por eso escribía
irritada protestando que no volvería a darle
ninguna ayuda. ((**It5.326**)) Don
Bosco fue a verla poco tiempo después y le dijo
tranquilamente:
-Le devuelvo su carta, porque no quisiera que
se conservara para el día del juicio.
Al oír estas palabras la señora se apaciguó.
Otro personaje, celoso estimador de sus propios
méritos y que no toleraba opiniones contrarias a
las suyas, era el célebre Tomás Vallauri, doctor
en bellas letras. Como pariente que era del famoso
médico Vallauri, había conocido en su casa a don
Bosco, que desde hacía tiempo la frecuentaba. El
profesor había publicado ciertas opiniones suyas
acerca de autores latinos cristianos,
censurándolos de que, por su intención de enseñar
y defender la religión, habían descuidado y hasta
deteriorado la lengua. Su escrito llegó a manos de
don Bosco, el cual pensó la manera de corregir al
autor. No tardó en presentarse la ocasión: fue el
profesor Vallauri a visitarle, y él le abordó de
esta manera:
-Estoy encantado de haber conocido a un
escritor, cuyo nombre
(**Es5.237**))
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