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-íEa!, replicó el banquero; íánimo! El café que
tomará después arreglará su estómago.
Efectivamente, llegó el café y el banquero le
devolvió los recibos por él firmados, condonándole
toda deuda, con lo que don Bosco salió sin más
peso en el estómago...
La gran autoridad e influencia que, hasta en
sus bromas, tenía en estos convites, le venía de
su espíritu de mortificación y humildad, que
maravillaba por igual a los señores y a las
personas de servicio. No se preocupaba de lo que
le presentaban; pensaba en otras cosas. La comida
o la cena eran sólo una ocasión para hacer el
bien. So pretexto de que ciertas comidas y bebidas
no le iban bien, no se servía por cuanto podía, de
las más exquisitas y selectas.
((**It5.320**)) En
efecto, la familia del conde Francisco de Maistre
la preparó un plato que todos creían sería de su
gusto, y lo presentaron hacia el fin de la comida.
Don Bosco, ya fuera porque había comido según su
costumbre, ya fuera porque quería mortificarse,
rehusó cortésmente el manjar que le ofrecían. El
Conde, dirigiéndose al marqués Fassati, que se
sentaba al lado, díjole:
->>Lo ve? A don Bosco le gusta ese plato, pero
lo rehúsa por espíritu de mortificación.
Adivinó don Bosco lo que decían en voz baja,
sintió que se tuviese de él una opinión tan
honrosa y esperó a que pasaran el plato por
segunda vez; cuando el camarero estuvo junto a él,
pero con la intención de pasar de largo, don
Bosco, como si antes hubiera estado distraído,
exclamó:
->>Y a mí? íVeo que es un plato apetitoso y
tomaré mi parte.
Se acercó el camarero y él se sirvió en su
plato una porción bastante abundante. Entonces el
Marqués y el Conde añadieron:
->>Ve cuánta humildad? Lo toma porque no quiere
que se piense que se mortifica.
Más tarde contaba don Bosco a sus clérigos y
sacerdotes el suceso, y terminaba riendo:
-íHay que ver lo que vale tener crédito! Si no
come, uno es mortificado; si come, resulta que es
humilde.
Es ésta una gran verdad y una importante
lección para los eclesiásticos.
Pero él era tan frugal en el comer, que no lo
podía creer sino el que le observaba atentamente.
Alguno de nuestros hermanos, don Francisco Cerruti
por ejemplo, habiendo ido con él a uno de estos
convites, quiso imitarlo y comer solamente lo
mismo que él comía y salió de aquella casa con
hambre.
(**Es5.233**))
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