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hasta de mil liras; otras veces, al llegar los
postres, le presentaban una bandeja con una buena
suma de dinero.
Sin embargo, don Bosco rechazaba muchas
invitaciones, a pesar de su continua necesidad,
por la urgencia de sus múltiples ocupaciones y
especialmente las del sagrado ministerio.
Había prometido muchas veces al conde Cays ir a
comer en su Castillo de Caselette el día de su
santo, cuatro de noviembre; pero nunca había
podido cumplir su palabra.
Con que un año hizo avisar al Conde que iría
sin falta.
-Si viene don Bosco, exclamó sonriendo el
Conde, yo me como un perro con patas y todo.
Cuando don Bosco se enteró, fue llevando
consigo unos perritos de dulce hechos en una buena
pastelería. Los sacó a la hora de los postres y
los puso sobre la mesa:
((**It5.316**)) -Señor
Conde, le dijo; mantenga su palabra. íAquí tiene
usted un perro y tiene que comérselo todo!
El Conde, que no esperaba la improvisada broma,
rióse con toda su alma.
También el marqués Fassati se quejaba de que
don Bosco fuera raras veces a comer a su palacio,
deseoso de pasar con él un buen rato. Un día fue a
invitarlo acompañado de la señora Marquesa. Don
Bosco se excusó como mejor pudo, sobre todo porque
en aquel tiempo era muy escaso el personal que
cuidaba el Oratorio. Dijo que debía atender a
diversos asuntos urgentes y además que tenía que
corregir las pruebas de imprenta de las Lecturas
Católicas.
Venga, pues, a almorzar conmigo y cada vez que
lo haga, le tendré preparado un billete de cien
liras.
Entonces, don Bosco, movido por la urgente
necesidad, condescendió con el deseo del noble
señor y fue durante quince días de aquel mismo mes
y siempre recibió lo prometido. Pero el Marqués,
aunque era feliz con la presencia de don Bosco, no
quiso seguir causándole por entonces tanta
molestia y, al terminar la comida, le dijo:
-Veo que usted se molesta interrumpiendo sus
ocupaciones por mí; pues bien: tenga el saldo de
las tres mil liras que tuve intención de darle.
Si, de aquí en adelante, puede venir a comer sin
mayor molestia para usted, me dará siempre una
gran satisfacción.
Y le entregó mil quinientas liras. Luego le
acompañó hasta el Rondó de Valdocco. Mientras
caminaban, don Bosco le fue contan
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