((**Es5.220**)((**It5.300**)) Pero,
mientras dentro del cinturón del Oratorio reinaba
el amor, fuera, el maligno espíritu agitaba el
odio de los malos o mejor de los inconscientes. Un
grupo de jóvenes gamberros, seguramente dirigidos
por algún sectario, habían sacado a don Bosco un
mote injurioso, inventado por periodistas impíos,
y lo repetían a coro, o uno a uno, con gestos
burlones cuando pasaba el hombre de Dios.
Don Bosco comprendía que el ridículo es una
arma mortífera por el efecto que causa entre los
ignorantes, y que podía anular o dificultar en
determinadas circunstancias su palabra o su
ministerio.
A veces les invitaba bondadosamente a que
callaran; mas cuando preveía lo inútil de las
advertencias, aguantaba, callaba y proseguía
tranquilamente su camino. Así lo refiere don Juan
Bta. Francesia que un día le acompañaba. Pero no
se conformaron con solas palabras. Una pandilla de
aquellos haraganes rondaba hacía varios meses,
casi de continuo, alrededor del Oratorio,
insultando a los que entraban y salían, molestando
y tirando chinas a los transeúntes. Los días de
fiesta arrojaban piedras al patio, con grave
peligro para los chicos que allí se divertían.
Escribe Juvenal Fumero:
<((**It5.301**)) llamada
la Pandilla de Valdocco, que acostumbraba a
perseguir a los muchachos del Oratorio cuando los
encontraba por las calles adyacentes, se ensañó
con nosotros de un modo extraordinario y comenzó a
lanzarnos una verdadera lluvia de piedras.
>>Visto el caso, nuestro querido padre don
Bosco, recomendó que nos amparáramos detrás de las
tapias; y él solo, con valor y calma
indescriptibles, se adelantó hacia aquellos
granujas, que seguían arrojando rabiosamente
piedras contra él, y fue un verdadero milagro que
ninguna le alcanzase. Hasta que, con gestos y
gritos, obtuvo que calmaran su furia>>.
Pero no fue esto todo. Continúa don Miguel Rúa:
<(**Es5.220**))
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