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CAPITULO XXVII
UN MUCHACHO PRENDADO DE DON BOSCO ANTES DE VERLO -
CARIÑOSO ENCUENTRO - BURLAS Y PEDRADAS - DON BOSCO
RECOGE EN EL ORATORIO A ALGUNOS DE SUS IMPOSTORES
- EN SAN IGNACIO - UN PERIODISTA LIBERAL -
APOSTASIA Y MUERTE - LECTURAS CATOLICAS - CARTAS
DE DON BOSCO AL CONDE DE AGLIANO
SOLO el nombre de don Bosco ejercía un poder
encantador entre los mismos muchachos que no le
conocían personalmente.
Juan Villa, natural de Ponderano, cerca de
Biella, nos habla así:
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enseñaba las verdades de nuestra santa religión.
Añadió que aquel sacerdote estaba construyendo una
iglesia y nos recomendó que diéramos una buena
limosna para ayudarlo, convencido de que habríamos
secundado su deseo y que aquella caridad
revertiría en favor de muchos de nuestro pueblo
que iban a trabajar a Turín. Ensalzó tanto a don
Bosco, con tal entusiasmo habló del cariño que
profesaba a los muchachos y del bien que les
hacía, que conmovió al auditorio. Yo, que contaba
entonces catorce años, al oír al párroco me formé
una gran idea de don Bosco y tenía deseos de
conocerlo. Tres años más tarde, por circunstancias
familiares, me enviaron mis padres a Turín, y me
faltó tiempo para ir a Valdocco. Al verle por
primera vez, al experimentar la paternal
afabilidad con que me recibió, sentí una impresión
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