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pueblos y no me atreví a hablar. Le di las
gracias, hice una profunda reverencia y salí. El
guía me hizo desandar el camino. Le pregunté una y
otra vez el nombre y el lugar de la persona con
quien habíamos hablado, pero no quiso responder
nada al respecto.
No sé si vosotros, amigos, creeréis estas cosas
que os he contado del anciano. Haced como os
plazca; yo iré creyendo a medida que las vea
cumplidas. Lo que sí os digo es que, de ordinario,
saben más los viejos que los jóvenes, y que los
que hablan a base de experiencia pocas veces se
engañan.
Apresuré mi salida de Crimea y, sin mayores
incidentes, llegué a la patria, donde, por
desgracia, veo que se han cumplido las cosas que
el viejo me había predicho; y ojalá sea verdad que
el resto no se cumpla. Pero yo que soy Hombre de
bien, y que temo siempre por mí y por lo demás,
tiemblo por el futuro. El año que viene, si vivo,
tendré muchas cosas serias, curiosas y de suma
importancia que contaros.
Don Bosco había empezado a escribir estas
páginas en el mes de julio y he aquí lo que
sucedía en Crimea. En mayo, los piamonteses, al
mando del general Alfonso La Mármora,
desembarcaron en Balacklava, donde contrajeron el
cólera. Hubo muchas víctimas entre soldados y
oficiales, entre ((**It5.296**)) éstos
el valiente coronel de los bersaglieri Alejandro
La Mármora.
El seis de agosto, cincuenta mil rusos cayeron
de improviso sobre los sitiadores, pero los
piamonteses supieron entretener tan bien junto al
torrente Cernaya el ímpetu de los enemigos,
superiores en fuerza, que dieron tiempo a que los
ejércitos aliados llegaran al campo de batalla y
consiguieran una insigne victoria.
El ocho de septiembre los franceses, ayudados
por los ingleses, asaltaban la torre de Malakov,
baluarte formidable de Sebastopol. El asedio
duraba casi un año, y día tras día se dejaba
sentir el espantoso estruendo de la artillería por
ambas partes. Se calculó que hubo en esta guerra
más de quinientas mil bajas.
Finalmente en diciembre aceptaba Rusia las
condiciones de paz discutidas en París en la
Conferencia de las Potencias interesadas y
firmadas el 30 de marzo de 1856.
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