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((**Es5.208**) promesa cantando solamente en la iglesia y para dar gloria a Dios, y conservó su graciosa voz fresca y limpia hasta edad avanzada. Finalmente llegó el día de la despedida. Muchos de los alumnos, bien por sincero afecto a los padres, bien por ligereza juvenil o, también, ante la insistencia de sus progenitores, no habían renunciado a volver a casa. A éstos les recomendaba don Bosco fervorosamente que se acercaran cada semana a los santos sacramentos, les insistía para que, una vez en casa, fueran a saludar al párroco, teniéndolo como un segundo don Bosco; y que ayudaran a misa todos los días, que no dejaran de asistir al sermón los domingos y, si se sentían capaces, dieran catecismo a los niños. Repartía luego a cada uno un papelito en el que se hallaban las normas para pasar bien la vaciones. Y, aunque aparentaba estar alegre y sereno, es un hecho que cada muchacho que se despedía le arrancaba ((**It5.282**)) un pedazo de su corazón. Sin embargo, muchos de ellos, durante las vacaciones, hacían caminatas de diez y más millas, algunos a pie, para volver al Oratorio a confesarse con don Bosco, para pedirle algún consejo o simplemente para verlo. Había quien iba desde Bra, desde Asti, desde Alessandria y aun desde poblaciones más lejanas. Pero no faltaban alumnos que, por dar gusto a don Bosco y movidos por el deseo de adelantar en los estudios y atender mejor a las prácticas de piedad, preferían quedarse en el Oratorio, como, por ejemplo, Domingo Savio y Juan Massaglia. Sin embargo, don Bosco, que sabía cuánto deseaban verlos sus padres y la necesidad que tenían de reponer fuerzas, dijo a ambos: ->>Por qué no vais a pasar unos días de vacaciones? Ellos, por toda respuesta, se echaron reír. ->>Qué significa esa risa? Domingo respondió: -Sabemos que nuestros padres nos esperan con ansia; también nosotros los queremos e iríamos con mucho gusto; pero sabemos que el pájaro mientras está en la jaula no tiene libertad, es cierto, mas está seguro del gavilán. Por el contrario, si se halla fuera de la jaula, vuela donde quiere y, en cualquier momento, puede caer en las garras del gavilán infernal. A pesar de todo, don Bosco creyó conveniente mandarlos unos días a casa por el bien de su salud. Ellos se sujetaron a su querer y permanecieron en ella tan sólo los días que les indicó. Otros, después de un mes de vacaciones, obedecían a la prescripción de don Bosco. En el registro de calificaciones mensuales de los hijos de casa por su asiduidad a los propios deberes y por su cristiana (**Es5.208**))
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