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promesa cantando solamente en la iglesia y para
dar gloria a Dios, y conservó su graciosa voz
fresca y limpia hasta edad avanzada.
Finalmente llegó el día de la despedida. Muchos
de los alumnos, bien por sincero afecto a los
padres, bien por ligereza juvenil o, también, ante
la insistencia de sus progenitores, no habían
renunciado a volver a casa. A éstos les
recomendaba don Bosco fervorosamente que se
acercaran cada semana a los santos sacramentos,
les insistía para que, una vez en casa, fueran a
saludar al párroco, teniéndolo como un segundo don
Bosco; y que ayudaran a misa todos los días, que
no dejaran de asistir al sermón los domingos y, si
se sentían capaces, dieran catecismo a los niños.
Repartía luego a cada uno un papelito en el que se
hallaban las normas para pasar bien la vaciones.
Y, aunque aparentaba estar alegre y sereno, es un
hecho que cada muchacho que se despedía le
arrancaba ((**It5.282**)) un
pedazo de su corazón. Sin embargo, muchos de
ellos, durante las vacaciones, hacían caminatas de
diez y más millas, algunos a pie, para volver al
Oratorio a confesarse con don Bosco, para pedirle
algún consejo o simplemente para verlo. Había
quien iba desde Bra, desde Asti, desde Alessandria
y aun desde poblaciones más lejanas.
Pero no faltaban alumnos que, por dar gusto a
don Bosco y movidos por el deseo de adelantar en
los estudios y atender mejor a las prácticas de
piedad, preferían quedarse en el Oratorio, como,
por ejemplo, Domingo Savio y Juan Massaglia. Sin
embargo, don Bosco, que sabía cuánto deseaban
verlos sus padres y la necesidad que tenían de
reponer fuerzas, dijo a ambos:
->>Por qué no vais a pasar unos días de
vacaciones?
Ellos, por toda respuesta, se echaron reír.
->>Qué significa esa risa?
Domingo respondió:
-Sabemos que nuestros padres nos esperan con
ansia; también nosotros los queremos e iríamos con
mucho gusto; pero sabemos que el pájaro mientras
está en la jaula no tiene libertad, es cierto, mas
está seguro del gavilán. Por el contrario, si se
halla fuera de la jaula, vuela donde quiere y, en
cualquier momento, puede caer en las garras del
gavilán infernal.
A pesar de todo, don Bosco creyó conveniente
mandarlos unos días a casa por el bien de su
salud. Ellos se sujetaron a su querer y
permanecieron en ella tan sólo los días que les
indicó.
Otros, después de un mes de vacaciones,
obedecían a la prescripción de don Bosco. En el
registro de calificaciones mensuales de los hijos
de casa por su asiduidad a los propios deberes y
por su cristiana
(**Es5.208**))
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