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Habiendo reñido un día entre ellos, por ciertas
palabras ofensivas para sus respectivas familias,
pasaron de los denuestos a las bofetadas, y
terminaron por desafiarse a hacer valer sus
razones a pedradas. Domingo se enteró de la
querella y del desafío. Experimentó una gran pena
y concibió la idea de impedirlo. Mas, >>cómo
conseguirlo, siendo como eran los dos rivales
mayores que él y más forzudos? Trató de
persuadirles a que desistieran de su insensato
propósito, haciéndoles ver que la venganza es
contraria a la razón y a la religión; escribió una
cartita al uno y al otro amenazándoles con
decírselo al profesor y también a sus padres; pero
tan exaltados estaban sus ánimos que resultaban
inútiles todas las palabras. Entonces su corazón
magnánimo le sugirió un recurso, de sabor heroico.
Los esperó a la salida de clase y les dijo:
-Puesto que persistís en vuestro bárbaro
empeño, os ruego que al menos aceptéis una
condición.
-La aceptamos, respondieron, con tal que no
impida el desafio.
-Es un bribón, replicó al punto uno de ellos.
-Yo no haré las paces, replicó el otro, hasta
haberle abierto la cabeza.
Domingo temblaba al oír tan brutal altercado;
con todo, deseando impedir mayores males, se
contuvo y dijo:
-La condición que voy a poner no impedirá el
desafío.
->>Cuál es?
-Prefiero decírosla en el mismo lugar donde os
queréis batir a pedradas.
-Tú te chanceas y tratas de ponernos algún
estorbo.
-Iré con vosotros y no os engañaré; estad
seguros.
-Tal vez querrás ir para llamar a alguien.
-Debería hacerlo, mas no lo haré. Vamos, iré
con vosotros;
cumplid tan sólo vuestra palabra.
Se lo prometieron, y ((**It5.277**))
encamináronse a los llamados prados de la
ciudadela, fuera de la puerta Susa, en el lugar
donde luego se levantó la iglesia parroquial de
Santa Bárbara.
Llegados al lugar destinado, Domingo hizo lo
que nadie jamás hubiera imaginado. Dejóles que,
provistos de gruesas piedras, se colocaran en sus
puestos, a cierta distancia uno de otro. Cuando
los vio dispuestos a empezar el desafío, díjoles:
-Antes de que empecéis el desafío, quiero que
cumpláis la condición que habéis aceptado.
Y diciendo esto, sacó un pequeño crucifijo que
llevaba al cuello y, levantándolo en alto con una
mano, dijo:
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