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contra los católicos estaban vigentes en
Inglaterra. Narración histórica traducida del
inglés. He aquí un resumen.
En 1772 los sacerdotes católicos se veían
obligados a permanecer escondidos. Quien celebrara
la misa incurría en pena de muerte. El acusado y
convicto de haberla dejado celebrar en su casa era
condenado a la confiscación de sus bienes y a
trabajos forzados en las colonias para toda la
((**It5.255**)) vida.
Baste esto par dar una pequeña idea de la famosa
tolerancia que continuamente predican los
protestantes. Tan gran opresión de los católicos
duraba hacía más de doscientos años. En este
libro, pues, se cuenta lo mucho que hubo de sufrir
aquella señora para convertirse y mantenerse fiel
a la verdadera Iglesia, viviendo en el seno de su
familia anglicana; y cómo el Señor bendijo su
heroica virtud.
Semejantes folletos equivalían a una derrota de
los valdenses, a causa de la aversión que
provocaban en los lectores contra la secta.
Pero, si don Bosco no se cansaba de prevenir a
los fieles, quería también la conquista de las
almas descarriadas, y en especial las de los
niños.
Además de los huérfanos, hijos de padres
protestantes que había recogido, aceptaba más
tarde otros muchachos procedentes del Hospicio
para catecúmenos de Turín y ahora se dirigía al
Asilo de la Caridad de Pinerolo. El mismo Alcalde,
señor Giosserano, recordando la oferta que don
Bosco le hiciera el año anterior, le presentó al
muchacho Plancia, internado en el Asilo,
comprometiéndose a pagar una pensión de dieciséis
liras mensuales, durante el tiempo que
permaneciera en tal establecimiento, pero sólo
hasta llegar a un total de cuatrocientas.
Un buen número de estos muchachos deseaba
vivamente abrazar el catolicismo, por lo que la
tarea del catequista era sencilla; pero la
instrucción religiosa de otros, recogidos por las
plazas, requería gran paciencia, por su poco
talento unas veces, por su carencia absoluta de
educación otras, por su extraño carácter y también
por su habitual indisciplina. Don Bosco sabía muy
bien a cuántos cuidados y nuevas molestias debía
sujetarse con ellos, pero los recibía de buen
grado como internos, y se las ingeniaba para
hacerlos entrar en el seno de la Iglesia.
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