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otros dos reza más. Usted rezaría mejor y más que
yo, porque tiene más tiempo libre, y sería suya la
victoria.
El Conde bufaba de enojo palpando la espada,
pero don Bosco, para acabar aquella escena,
exclamó con tono resuelto:
-Alto ahí: >>cree usted que me va a amedrentar
con sus amenazas? Se lo digo con franqueza: yo no
tengo miedo.
Aquella decisión inesperada, detuvo un poco al
arrebato del general, que respondió:
->>Cómo? >>Que usted no me tiene miedo?
-No, no tengo miedo, porque sé con quién trato
en estos momentos. Usted es un caballero, un
soldado valeroso y no querrá abusar de un pobre
sacerdote desarmado, que en fin de cuentas ha
hecho lo que juzgaba mejor para el alma de su Rey.
Estoy tan seguro de ello, señor general, que de
haber sabido que usted deseaba venir a mi casa, le
habría ahorrado la molestia de esta visita; yo
mismo hubiera ido a su residencia, donde
tranquilamente hubiéramos hallado el modo de dar
satisfacción al Rey y al mismo tiempo salvar mi
conciencia. Yo sabía que usted es una persona tan
((**It5.248**)) noble y
respetable que, a mi llegada, habría sacado una
botella y habría yo brindado a su salud.
Miraba el general a don Bosco sin saber qué
decir ni qué hacer. Se había calmado su ira, y
extrañado del cambio producido en sus
sentimientos, medio aturdido, despidióse de don
Bosco y salió. Montó a caballo, atravesó el
cancel, se detuvo, volvió a entrar en el patio,
apeóse y subió de nuevo a la habitación de don
Bosco.
->>De modo, siguió diciendo, que usted vendría
a mi casa?
-Naturalmente.
->>Se atrevería?
-Claro que sí.
->>Y si le tomo la palabra?
-No hay inconveniente.
-Venga mañana a las once.
-No puedo a esa hora, porque tengo un asunto de
mucha importancia. Fíjeme otra hora que le vaya a
usted bien.
-A las tres de la tarde.
-De acuerdo: mañana a las tres de la tarde iré
a saludarle.
-El general miró fijamente a don Bosco y se
marchó.
Al día siguiente, don Bosco acudió puntual a la
cita. Fue recibido con toda cortesía y se redactó
con calma la carta para el Rey. Don Bosco la
firmó. Decíase en ella que le dolía mucho a don
Bosco el disgusto dado al Rey, ya que no era su
intención ofenderle de
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