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admitirlos, fijaba las condiciones, para no
exponerse al peligro de admitir en casa a chicos
peligrosos.
Si tenían parientes responsables, les obligaba
a reconocer el beneficio que el Oratorio les
hacía, y a no obstaculizar de ninguna manera la
reforma moral del muchacho.
Su condescendecia con la Autoridad era
correspondida con la benevolencia de los delegados
de la comisaría, cuya intervención era necesaria
en muchas ocasiones, particularmente cuando se
encendían en el pueblo las pasiones políticas.
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