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ampliamente en conferencias con algunos de sus
clérigos más fieles, sobre las tres virtudes
objeto de los votos religiosos, invitó al clérigo
Rúa, que hacía entonces el segundo curso de
filosofía, a emitir estos votos por un año. Pero
no le manifestó nada de su gran proyecto. El buen
clérigo aceptó, persuadido de que solamente se
trataba de convivir con don Bosco y de ayudarle
más eficazmente en la obra de los Oratorios
practicando aquellas virtudes.
Así pues, el clérigo Miguel Rúa emitió los
primeros votos por un año, la víspera de la fiesta
de la Anunciación de María Santísima, en el
aposento de don Bosco, sin ningún testigo,
asistido tan sólo por el buen siervo de Dios, sin
más ornamentos que la simple sotana y de rodillas
ante el crucifijo.
Poco despuésle imitó don Víctor Alasonatti,
quien seguramente sabía algo más sobre los
designios de su santo amigo.
Por aquellos días, veinticinco, veintiséis,
veintisiete y veintiocho de marzo, se celebraban
en el santuario de Nuestra Señora de la
Consolación solemnísimas funciones religiosas, con
asistencia del Arzobispo de Chambery y de los
obispos de Mondoví y Casale, con motivo de la
definición del dogma de la Inmaculada Concepción.
Los ritos sagrados del templo, la procesión y
la iluminación general de la ciudad se
acrecentaron también con la ((**It5.214**)) noticia
de un gran milagro sucedido en Taggia 1 cuando se
celebraba el mismo glorioso acontecimiento. Se
veneraba en la parroquia una estatua de la Virgen
modelada en barro, muy dura, de casi un metro de
alta, con la túnica de color rosa y el manto azul,
y sosteniendo un corazón en la mano. Sus ojos
vivísimos miraban dulcemente hacia la derecha.
Sucedió que el once de marzo aquellos ojos se
movieron como para mirar amablemente a una niña
arrodillada ante el altar. Giraban luego las
pupilas, de derecha a izquierda, y volvían después
a su posición normal; o bien se elevaban hacia
arriba, hasta casi ocultarse por completo bajo los
párpados superiores, y después bajaban. Estos
movimientos se sucedían ora lentamente, ora con
mucha rapidez, y, en ocasiones, los ojos se
fijaban con insistencia en las personas que
estaban delante. A veces infundían cariño, otras
majestad. A veces el bendito rostro de la Virgen
dejaba su dulzura habitual, tomaba actitud de
dolor o tristeza, desaparecía su color bermejo, y
se cubría de una palidez notabilísima durante unos
dos minutos. Estos cambios
1 Taggia: pequeña ciudad italiana (7.500 hab.)
de Liguria, al NE de San Remo, con ruinas romanas.
(N. del T.)
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