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con un grupo de amigos ante el altar de la Virgen.
Todos los días deja el recreo para ir a visitar a
Jesús Sacramentado; a veces, se olvida de ir a
comer con los demás y se queda rezando ante el
altar como fuera de sí. Está en la iglesia como un
ángel del Paraíso.
En efecto, Domigo Savio rezaba, y mucho, sobre
todo por la conversión de los protestantes. Más de
una vez se le oyó decir:
-Cuántas almas esperan en Inglaterra nuestros
auxilios; ísi yo tuviera fuerzas y virtud,
quisiera ((**It5.208**)) ir
ahora mismo, y con sermones y buen ejemplo
convertirlas a todas a Dios!
Y su oración era eficaz, como lo prueba el
siguiente hecho contado por el mismo don Bosco.
<>-Pronto, venga conmigo, que se ofrece ocasión
de hacer una obra buena.
>>->>Adónde quieres llevarme?, le pregunté.
>>-Vamos pronto, añadió. Vamos en seguida.
>>No me decidía del todo. Pero como él
insistiese, y como yo había experimentado en otras
ocasiones la importancia de estas invitaciones,
tomé el sombrero y le seguí.
>>Savio salió de casa a paso rápido y se metió
de calle en calle, sin decir palabra ni detenerse.
Al fin tomó la de las Huérfanas, entró en un
portal, subió la escalera, llegó al tercer piso y
agitó fuertemente la campanilla.
>>-Aquí es donde tiene usted que entrar, me
dijo, y se marchó a casa sin más.
>>Una señora abrió la puerta.
>>-íOh! íPronto, me dijo; pronto, de lo
contrario no va a haber tiempo. Mi esposo tuvo la
desgracia de hacerse protestante. Ahora se
encuentra en trance de muerte y pide, por piedad,
morir como buen católico.
>>Me dirigí en seguida al lecho del enfermo,
que mostraba grandes deseos de reconciliarse con
Dios. Arreglados con la mayor presteza los
negocios del alma, llegó el cura de la parroquia
de San Agustín, que había sido llamado poco antes.
Apenas le hubo administrado el sacramento de los
enfermos con una sola unción, el enfermo pasó a
mejor vida.
>>Más tarde quise preguntar a Domingo cómo
había sabido que en aquella casa había un enfermo
en aquel estado; pero él me miró con cierta pena y
echóse a llorar. Yo no inquirí nada más,
recordando aquellas palabras de la Sagrada
Escritura: ``Es bueno ((**It5.209**))
mantener oculto el secreto del Rey: Sacramentum
regis abscondere
(**Es5.157**))
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