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Mas la divina Providencia, que vela por el destino
de los hombres, dispuso que fuera asilado en el
Oratorio de San Francisco de Sales. Allí encontró
alojamiento, comida, vestido e instrucción. Al
preguntarle qué religión quería abrazar,
respondía: -Quiero abrazar la religión en la que
me pueda salvar.-Después de cuatro meses de
catecismo, pareció suficientemente instruido para
recibir el Bautismo e ingresar en el seno de la
Iglesia Católica.
Por eso, el domingo a las tres y media de la
tarde, monseñor Juan Pedro Losana, obispo de
Biella, estuvo en el Oratorio de San Francisco de
Sales para efectuar la ceremonia religiosa. No
resulta fácil decir qué llamaba más la atención,
si la alegría que inundaba el corazón del
catecúmeno o la satisfacción que transparentaba el
rostro del numeroso enjambre de muchachos que lo
rodeaban. Fue padrino el caballero Marcos Gonella,
madrina la señora Angela Piacenza de Gonella,
miembros los dos de una familia que está siempre
presente doquiera haya una obra benéfica, un acto
de cristiana caridad que ejercitar.
Terminada la sagrada función, el señor Obispo
pronunció unas palabras para manifestar su alegría
al ver en estos días a tantos hijos de las
tinieblas abandonar el error para integrarse en el
seno de la Iglesia Católica. Lamentó después con
viva emoción cómo muchos otros hijos de la luz,
dejándose neciamente arrastrar por el error, y
fascinados por la fantasía de la novedad, abrazan
una religión sin autoridad, sin sacramentos,
dejada al capricho de cada cual.
-Queridos hijos míos, decía con toda su
energía, creedme; el Protestantismo es una
religión sin Credo, sin símbolo, porque cada
protestante cree lo que él quiere y como quiere.
No se encuentran dos pueblos protestantes, ni
siquiera dos familias, ni aun dos miembros de la
misma familia, que tengan las mismas creencias en
punto a religión. >>Puede haber cristianos, tan
sin tino, que lleguen a abandonar su religión
sacrosanta para ir tras un fantasma religioso que
no ofrece sino capricho, vanidad y desorden?
((**It5.207**)) Terminó
aconsejando al néofito que se instruyese en la
religión abrazada y que se afanase con diligencia
y valor para mantenerse firme en la fe hasta la
muerte. Dirigióse por fin a los presentes
animándoles a vivir como buenos católicos, para
demostrar con obras y palabras que profesamos una
religión santísima, divina, como es la Católica,
Apostólica, Romana, fuera de la cual nadie puede
salvarse.
Finalmente el buen prelado, entre armonías
musicales interpretadas por los muchachos del
Oratorio, daba la bendición con el Santísimo
Sacramento.
Así pues, podemos contar con un católico más y
esperemos que viva de tal modo que un día pueda
ser habitante del cielo.
Las oraciones y comuniones que se hacían en el
Oratorio eran parte, y no despreciable, para
quitar obstáculos a estos triunfos de la gracia.
Por ello no se puede explicar el consuelo de mamá
Margarita cuando veía a un jovencito rezando con
fervor. Un día le decía a don Bosco:
-Tienes muchos chicos buenos, pero ninguno
supera la hermosura del corazon y del alma de
Domingo Savio.
Preguntóle don Bosco por qué lo decía, y ella
contestó:
-Porque le veo rezar en la iglesia después que
han salido los demás, cuando terminan las
funciones, y a menudo recitando el rosario
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