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mismos, por ser huérfanos, o por abandono de sus
padres, no se deciden a asistir a las funciones
sagradas y a la enseñanza religiosa, que en ellos
se da. Por su ligereza e irreflexión esta
gentecilla huye casi por instinto del
recogimiento, y de someterse a la vigilancia. Hay
que atraérsela y ganársela como a las moscas, con
ricos panales de miel. Así pues, si se quiere que
prospere un Oratorio festivo, se requieren
diversiones, juegos, entretenimientos, delicado y
amable trato, y esto siempre; además, de cuando en
cuando, hacen falta representaciones teatrales,
pequeñas rifas, regalitos, excursiones, desayunos,
meriendas y cosas por el estilo.
>>Si hay en ellos estas atracciones, se verán
los Oratorios abarrotados de muchachos; en caso
contrario, se tendrá la pena de ver en los días
festivos las plazas, calles y alrededores de la
ciudad atestados de arrapiezos que crecen en la
ignorancia de la religión y en el aprendizaje de
todo mal; se experimentará el disgusto de ver
crecer una generación sin Dios, sin fe y sin ley;
se sentirá el dolor de ver cómo se forman familias
y asociaciones que sumirán otra vez al mundo en
los horrores del paganismo y de la barbarie. Ya se
ven ahora lastimosos ejemplos en muchas ciudades
de Italia y de Francia, que no hay por qué señalar
aquí.
>>Muévanse, pues, los católicos más o menos
favorecidos por la fortuna, y sepan hacer algún
sacrificio en la triste situación de nuestros
tiempos, sepan privarse también de sus honestos
placeres, para atraer al bien a tantos muchachos,
para conservarlos o devolverlos a Dios, a la
patria, al Cielo. Si esperamos en demasía, no
llegaremos a tiempo; porque la ignorancia, las
pasiones, las malas compañías harán de muchos e
incautos jovencitos los reclutas, los gregarios de
las sociedades subversivas, los discípulos de
quienes se glorían de cantar himnos ((**It5.202**)) a
Satanás, de juntarse para combatir bajo sus negros
estandartes, al grito de í Viva el infierno!
>>Piensen también los señores en sí mismos, y
teman que el Señor, más pronto o más tarde, no se
sirva de alguno de estos seres desgraciados como
de azote para castigar una indiferencia, por la
que crecen tantos jóvenes en la impiedad y el
crimen; procuremos todos, siquiera con nuestra
caridad y beneficencia, merecer la misericordia de
Dios el día, quizás no lejano, en que estalle su
justa ira>>.
(**Es5.153**))
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