Regresar a Página Principal de Memorias Biográficas


((**Es5.152**) ofrecieron a Dios, por las almas benditas, no sólo aquellas prácticas de piedad, sino también el sacrificio de un frío intenso, que atería los miembros. Pero, al salir de la iglesia, se encontraron con un premio inesperado: dos buenos panecillos, con una gruesa loncha de salchichón. Como si las almas del purgatorio les recompensaran, por medio del señor Marqués, del alivio que ellos les habían procurado con sus sufragios. >>Pero lo extraordinario de veras fue la comida preparada para aquel mismo día. Quiso el caritativo señor que, además de una buena pitanza, tuvieran los muchachos su ración de ravioles. Se necesitaban más de cien docenas, por lo que fue menester que la víspera los preparase mamá Margarita con varios jóvenes bajo su guía. >>-Pero los ravioles hay que mojarlos, dijo el providente señor. >>Y en consecuencia mandó al Oratorio una cantidad de vino estupendo de sus viñas del Monferrato. ((**It5.200**)) Tuvo además el gusto de asistir personalmente al banquete diciendo: >>-Quiero ver por mis ojos el efecto que produce en los muchachos un par de vasos de buen vino. >>Y lo vio y lo oyó con gran satisfacción de su parte. A los cinco minutos de haber bebido el primero, los chicos no se tenían de pie; las charlas se convirtieron en un guirigay; los vítores al señor Marqués se sucedían sin interrupción; era un espectáculo carnavalesco, pero honesto e inocente. Se trataba de servir el segundo vaso; pero, en vista de que la alegría llegaba al colmo, don Bosco rogó al señor Marqués le permitiera bautizar un poquito el generoso licor de Baco, para librar a los muchachos de que se les subiese a la cabeza y se mareasen. Si aquel día los huerfanitos no cabían en sí de contentos, mayor fue la alegría del señor Marqués. La piedad y la fe que guiaban todos sus actos, le aseguraban que había alegrado a un grupo de pobres jovencitos, que rogarían por él al Señor para que lo recibiera un día en el seno de su misericordia y le diera en el cielo un premio adecuado e imperecedero. Este pensamiento le colmaba de inefables consuelos. Y yo creo que, en vista de su caridad, el Señor le concedió aquella paciencia, resignación y fortaleza de espíritu que siempre demostró en las muchas tribulaciones, con las que en vida le fue purificando y preparando para el cielo, y al fin con una muerte preciosa, como la divina bondad suele conceder a sus predilectos. >>Y aquí, pues viene a propósito, es bueno repetirlo para norma de los directores y promotores de los Oratorios festivos. Si se quiere que los muchachos acudan a ellos, son indispensables honestos alicientes. Sin ellos, la mayoría ((**It5.201**)) de los chicos, únicos dueños de sí (**Es5.152**))
<Anterior: 5. 151><Siguiente: 5. 153>

Regresar a Página Principal de Memorias Biográficas


 

 

Copyright © 2005 dbosco.net                Web Master: Rafael Sánchez, Sitio Alojado en altaenweb.com