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sin igual todos aquellos disparates, no tuvo miedo
en calificar la proposición de Rattazzi de robo
sacrílego, y terminó su fervoroso discurso con el
augurio de desdichas para el Piamonte, si se
aprobaba la ley. Otros diputados y los periódicos
católicos Armonía de Turín y Católico de Génova,
combatieron valerosamente el proyecto.
Así andaban las cosas cuando un doloroso suceso
interrumpió la discusión. El cinco de enero caía
enferma, casi de improviso, la reina madre María
Teresa, y aun cuando le atormentó la sed durante
la noche, no bebió para poder comulgar el día de
la Epifanía; pero no pudo levantarse. El rey
Víctor Manuel escribía al general Alfonso La
Mármora: <>.1
La augusta enferma moría el doce de enero, poco
después del mediodía, a la edad de cincuenta y
cuatro años; la Cámara suspendió sus trabajos para
testimoniar al Rey su dolor. Fue una gran
desgracia para Piamonte la pérdida de María
Teresa, que, a diario, prodigaba su munificencia
en favor de los pobres. El luto fue universal, a
tono con las bendiciones que por todas partes se
elevaban en su grato recuerdo.
Se acababa de cerrar el ataúd y llegaba a
nombre del Rey otra carta misteriosa, que decía
sin nombrar a nadie: <((**It5.186**))
principio de los males. Erunt mala super mala in
domo tua. (Males sobres males llegarán a tu casa.)
Si no retrocedes, abrirás un abismo del que no
podrás librarte>>.
El Soberano, al leer esta carta, quedó aturdido
y, víctima de un gran nerviosismo, no pudo
conciliar el sueño.
El abogado Enrique Tavallini se refiere a este
estado del Rey, cuando dice: amenazado por
castigos del cielo con las continuas cartas de los
obispos 2.
Los solemnes funerales de María Teresa se
celebraron el 16 por la mañana; el féretro fue
conducido a Superga, con una temperatura
frigidísima, por la que cayeron enfermos muchos
soldados y también el Conde de Sangiusto,
caballerizo de la Reina. Aún no había vuelto la
Corte de las honras fúnebres a la madre de Víctor
Manuel, cuando se la invitaba a toda prisa para
asistir al Viático de la nuera de la difunta. La
reina María Adelaida se encontraba, en el momento
de la
1 TAVALLINI, Vida y tiempos de Juan Lanza. Vol.
I, pág. 150.
2 TAVALLINI, íd., íbid., pág. 150.
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