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principio incontrovertible que, fuera del Estado,
no hay ni puede haber ninguna otra sociedad
superior a él e independiente de él; que el Estado
lo es todo, y, por tanto, ningún ente moral, ni
siquiera la Iglesia Católica, puede subsistir
jurídicamente sin consentimiento y reconocimiento
de la autoridad civil. Por eso, esta autoridad, al
no reconocer a la Iglesia universal el dominio de
los bienes eclesiásticos, y atribuyendo este
derecho a cada ente de las corporaciones
religiosas, mantenía que éstas eran creación de la
soberanía civil, y su existencia se modificaba o
extinguía por voluntad de la misma soberanía, y el
Estado, heredero de toda personalidad civil que
carece de sucesores, se convertía en único y
absoluto propietario de todos sus bienes cuando
fueran suprimidas. Craso error, porque tales
patrimonios, en el caso de que por cualquier causa
una congregación religiosa dejase de existir, no
quedaban sin dueño, sino que debían volver a la
Iglesia de Jesucristo, representada por el Sumo
Pontífice, por más estatismos que porfiasen en
negarlo.
La noticia de tal presentación causó vivo dolor
a los buenos católicos y mucho más a don Bosco.
El, para responder al querer del Cielo, había
avisado reiteradamente al Rey; se trataba de un
acto peligroso, cuyas consecuencias no se podían
prever. Otro ((**It5.181**)) hombre,
por muy frío y decidido que fuera, en medio de
tantos adversarios, no habría podido vivir más que
en continuo desasosiego. En cambio don Bosco,
siempre imperturbable, hallaba fuerzas en el
Sacratísimo Corazón de Jesús Sacramentado y en la
ayuda de la Madre Celestial y, a la par que se
preparaba para las alegres fiestas navideñas, se
disponía también para predicar la palabra de Dios
por los pueblos.
En este sentido escribía a su antiguo maestro
el teólogo Appendino, administrador parroquial de
Villastellone.
Turín, 21
de diciembre de 1854
Carísimo señor Teólogo:
Necesitaría, para mi norma, que me dijese
cuándo empieza y cuándo termina el octavario que
me he comprometido a predicar en Villastellone,
para poder fijar la fecha de unos ejercicios
espirituales en otro lugar.
Entre tanto, felices fiestas para usted y su
señora hermana y las mejores bendiciones del
Señor, mientras me profeso, con respeto y
gratitud,
De V.S.
Muy
agradecido alumno y amigo
JUAN BOSCO, Pbro.
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